Artículo de opinión
ESPERANZA DE VIDA
Por Cristina Mateos *
El espacio sigue limitando nuestras acciones, negando nuestro derecho a la crítica; conteniendo nuestros impulsos y frenando la acción que viene de la razón, de la reflexión. Engarza nuestras perspectivas en una rígida alianza de localismos por la que hombres y mujeres esperamos atemorizados el futuro, mientras vivimos el presente sin ser capaces de superar las representaciones que el espacio rural hace de nosotras y nosotros, como mujeres y como hombres.
Estamos en un punto incierto. El medio rural pretende asumir un periodo de cambios, de desarrollo rural sin agenda social. Sea para bien o para mal, pocas personas afrontan y discuten este momento decisivo; tal vez aún aturdidos por el odio y las rivalidades que el franquismo dejó sembrado en nuestras tierras, o más desde la posmodernidad, cegados por el consumo y el desarrollo de las ciudades. El caso es que nuestros cuerpos viven en silencio suspendidos en el espacio, se mueven agazapados y nuestros ojos, continúan mirando para otro lado, observando con rencor, vencidos por la tradición.
Ante todo, el medio rural necesita coherencia, responsabilidad pública y acción, activismo ciudadano. Hasta el momento no hemos tenido nada de esto, lo dejan claro los índices autonómicos de sobreenvejecimiento, el éxodo rural y las escasas posibilidades de acceso a las nuevas tecnologías o la falta de alternancia política.
Es hora de la denuncia, de dejar la narrativa de lo políticamente correcto que enmascara prácticas antidemocráticas y preserva las relaciones asimétricas. Es el momento de discutir en nuestros pueblos el cambio, antes de que otros asuman nuestro deber como ciudadanos, eviten las voces jóvenes del cambio.
Lo importante para el futuro no será estar sino querer hacer, sin importar la geografía, al margen del espacio en el que residan nuestros cuerpos.
Por Cristina Mateos *
El espacio sigue limitando nuestras acciones, negando nuestro derecho a la crítica; conteniendo nuestros impulsos y frenando la acción que viene de la razón, de la reflexión. Engarza nuestras perspectivas en una rígida alianza de localismos por la que hombres y mujeres esperamos atemorizados el futuro, mientras vivimos el presente sin ser capaces de superar las representaciones que el espacio rural hace de nosotras y nosotros, como mujeres y como hombres.
Estamos en un punto incierto. El medio rural pretende asumir un periodo de cambios, de desarrollo rural sin agenda social. Sea para bien o para mal, pocas personas afrontan y discuten este momento decisivo; tal vez aún aturdidos por el odio y las rivalidades que el franquismo dejó sembrado en nuestras tierras, o más desde la posmodernidad, cegados por el consumo y el desarrollo de las ciudades. El caso es que nuestros cuerpos viven en silencio suspendidos en el espacio, se mueven agazapados y nuestros ojos, continúan mirando para otro lado, observando con rencor, vencidos por la tradición.
Ante todo, el medio rural necesita coherencia, responsabilidad pública y acción, activismo ciudadano. Hasta el momento no hemos tenido nada de esto, lo dejan claro los índices autonómicos de sobreenvejecimiento, el éxodo rural y las escasas posibilidades de acceso a las nuevas tecnologías o la falta de alternancia política.
Es hora de la denuncia, de dejar la narrativa de lo políticamente correcto que enmascara prácticas antidemocráticas y preserva las relaciones asimétricas. Es el momento de discutir en nuestros pueblos el cambio, antes de que otros asuman nuestro deber como ciudadanos, eviten las voces jóvenes del cambio.
Lo importante para el futuro no será estar sino querer hacer, sin importar la geografía, al margen del espacio en el que residan nuestros cuerpos.
*Socióloga y Feminista.
Miembro de Colectivo ALTERPUEBLOS
cristina_mateos@hotmail.com
Miembro de Colectivo ALTERPUEBLOS
cristina_mateos@hotmail.com
<< Home