La Otra Voz de Benavente y Los Valles

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jueves, noviembre 23, 2006

Diario del peregrino del Hospital (X)

DE SEVILLA A SANTIAGO

Día 30 de Mayo de 2006
Xunqueira de Ambía – Camping Meledo (Bandeira. Silleda)

A las seis de la mañana nos despiertan los peregrinos que salen para hacer andando el tramo de hoy del camino. Nos quedamos tumbados hasta las siete y luego comenzamos a prepararnos. Desayunamos en el albergue y dejamos unas pegatinas. Como somos los últimos, tenemos que cerrar y llevar la llave al pueblo.
Salimos cruzando el río por una carretera comarcal, que seguimos. Pasamos por A Pousa, Salgueiros, Reboredo y Seixalbo. Hoy. por primera vez. hemos pasado frío a primera hora de la mañana en pantalón corto. Durante todo el camino se alternan suaves ascensos y descensos, en un paisaje de robledales y mimosas.
Según nos vamos acercando a la capital, se va notando más intensidad de tráfico, sobre todo cuando entramos en los polígonos industriales que rodean Orense. Paramos en una farmacia a comprar una crema para la tendiditis de mi rodilla.
Una vez en Orense lo primero que encontramos son las fuentes termales de As Burgas. Paramos a lavarnos las manos y hacer la foto de rigor. Seguimos la señalización amarilla que nos lleva por el casco antiguo: plaza mayor, catedral donde le pedimos a un policía local que nos haga una foto.
Hemos descendido hasta la cota de altitud 191 m. En Orense cruzaremos el río Miño, el último de los grandes ríos de la vertiente atlántica que nos falta por cruzar. Durante estos días hemos cruzado todos los grandes ríos que vierten al Atlántico, comenzando por el Guadalquivir en Sevilla.
Salimos de Orense por el puente nuevo y tomamos la N-525. Después continuamos por el Camino Real, que está empedrado y tiene mucha pendiente. Tiene mucha dificultad y nos tenemos que bajar de la bici e ir andando. El sol comienza ya a calentar con fuerza, aunque la vegetación tiene el frescor de la mañana.
Pasamos Cudeiro en dirección a Sartédigos. Por el camino paramos a descansar, contemplar la vista que se obtiene de Orense. Parece que cada vez la cuesta tiene más pendiente y no se ve el fin; después de un tramo vienen otro.
Cuando llegamos a Tamallancos la ascensión parece que se suaviza un poco. Hemos subido de 190 m. a 441 m en 12 km. de subida. El camino, que hasta ahora estaba bastante bien, se vuelve intransitable: pedregoso, encharcado y lleno de zarzas en algunos tramos. Decidimos salir y continuar por la carretera hasta Cea.
Entramos en el pueblo en dirección al albergue de peregrinos. Es una casa típica rehabilitada. Viene el hospitalero y nos sella las credenciales. Intentamos hablar con él para pedirle información de albergues, pero es imposible: está muy sordo. Con sus palabras textuales sería: “Es que no oigo nada, porque he estado partiendo leña y…”. Aquí el camino se bifurca en dos: uno que va por el monasterio de Oseira y otro por Piñor. Decidimos continuar por el segundo, que es más corto.
Paramos a comprar en un supermercado un pan de Cea, chorizo y bebida. Nos hacemos un buen bocadillo, que nos comemos en un banco junto a una fuente, en la plaza del pueblo. Hay foto para el recuerdo.
Hace mucho calor y nuestro camino sigue siendo ascendente desde que salimos de Orense. En este tramo nos encontramos con las obras de la autovía; esto quiere decir que podemos encontrar problemas con los caminos. Pero no adelantemos acontecimientos. Seguimos ascendiendo hasta A Gouxa que está en la cota 781 m. Desde que cruzamos el puente del Miño llevamos 36 km. todos hacia arriba. El cansancio se va acumulando en las piernas; menos mal que a partir de aquí el camino tiene hacia abajo.
Pasamos por Castro de Dozón, donde el camino va paralelo a la carretera hasta el Alto de Santo Domingo. Después abandonamos la carretera y vamos por un camino hacia Pontenoufe donde descansamos a la salida del pueblo. Decidimos ir hasta Silleda, nos faltan unos 20 Km. por nuestro libro de ruta.
Paramos a pedir agua en una casa en Botos y cuando cruzamos una carretera secundaria, no encontramos la señalización de flechas por ningún lado. Buscamos y no encontramos ninguna pista amarilla que nos indique el camino. Decidimos continuar por la carretera y preguntar al primero que nos encontremos. Esa carretera lleva a Lalín y allí podemos enlazar con la carretera que va a Silleda.
Estamos haciendo unos cuantos km. extras, con mucho calor y cansancio en el cuerpo. Además nuestro mapa indicaba que era terreno de suave descenso, pero la realidad es que solamente hay toboganes: subir y bajar, subir y bajar...
Parece que no llegamos a Silleda. Preguntamos a una señora y nos dice que está “ahí luego”. Subimos un repecho de 1 km. pensando en llegar y después de la curva sigue la subida otro km. más. Llegamos al pueblo asfixiados de calor y con ganas de buscar el camping para descansar esa noche.
Nuestra primera idea es comprar provisiones para desayunar mañana y tener algo de reserva. Vamos pasando por el pueblo y no encontramos ninguna tienda. A la salida, volvemos hacia atrás por otra calle y no encontramos nada. Decidimos parar en un bar a tomar una coca cola y llamar por teléfono al camping.
Llamamos a la policía local, que nos da el teléfono de protección civil, que a su vez nos da el teléfono de la persona que se encarga del camping. Hablamos con ella y no hay problema de sitio. Pero tenemos que ir hasta Chapas y desviarnos a la derecha para ir al camping. Parece que todo está solucionado. ¡Vamos para allá!
Por el camino vamos cantando muy animados hasta que, de pronto, se inicia la aventura más destacable de todo este camino de Santiago. La rueda trasera de la bici de Emilio está pinchada. La primera intención es darle aire para ver si aguanta hasta el camping, pero no logramos que se mantenga. Decidimos cambiar la cámara por una de repuesto que lleva Emilio. Cambiamos, damos aire y no hincha; pensamos que es problema de la bomba. Seguimos por la carretera andando hasta una fábrica de mármoles y granitos, preguntamos a un señor que está junto a una furgoneta: nos dice que lleva una bomba. Le damos aire se deshincha rápidamente. Surge el desánimo y las dudas: ¿qué hacemos?...
Decidimos gastar nuestro último cartucho y ponemos la última cámara de repuesto. La anterior la hemos picado con los desmontables. Ponemos esta segunda, montamos y sigue perdiendo aire. Estamos tirados en mitad de ninguna parte, a un tiro de piedra de nuestro destino sin ninguna posibilidad de llegar. Le decimos al señor de la furgoneta si nos puede llevar a un taller; nos dice que no.
Llamamos a la encargada del camping, que viene con su coche acompañada de su hija y Vicente (otro peregrino). Se le ocurre llamar a los de Protección Civil. Como en el camping no hay ningún lugar para cenar ni poder comprar, le damos dinero a Vicente para que compre algo. Vienen dos vehículos de Protección Civil. Uno lleva a Emilio y la rueda de la bici para poder arreglarla y en el otro me llevan a mí, bicis y cosas.
El albergue es un camping que esta cerrado. Tiene habitaciones dobles en el primer piso con baño, está muy bien. Solo somos tres peregrinos. El único problema es que está aislado en mitad de ninguna parte, en una pradera preciosa.
Cuando me llevan a mí, Vicente ya ha llegado. Arreglamos los pinchazos de las cámaras, llevo las cosas a la habitación. Llega Emilio, le han llevado a un taller y ha cambiado la cámara y la cubierta. Todo solucionado.
Llama José Ignacio. Son las nueve de la noche. Una ducha rápida y cena compartida con Vicente. Nos cuenta sus aventuras. Lleva un mes y medio, hizo el Camino del Norte pasando por los Picos de Europa. Después fue hasta Finisterre y bajó por la costa. Y para terminar subía por la Vía de la Plata. ¡Eso si que es una aventura!
Después de cenar nos vamos a la cama. Dormir en un lugar tan grande tres personas daba un poco de…, las tuberías meten ruido… pero estamos tan cansados que nos dormimos rápidamente. Al final, hoy hemos hecho otros cien km. Estamos solamente a 35 km. de Santiago de Compostela. Mañana llegaremos a nuestro destino.