La Otra Voz de Benavente y Los Valles

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jueves, noviembre 09, 2006

Diario del peregrino del Hospital (VIII)

DE SEVILLA A SANTIAGO
Por Santiago Ferreras Vecino
Día 28 de Mayo de 2006
Tábara - Vilavella

Nos levantamos a las siete de la mañana. Muchos compañeros de albergue se han levantado al amanecer par hacer su etapa andando. Hemos quedado a la ocho menos cuarto con Grati, junto a la Torre. Cuando llegamos ya están allí. Su hijo nos hace una foto y comenzamos la etapa.
Será una etapa por carreteras locales por el mismo corazón de la sierra de la Culebra, que alberga una de las poblaciones estables de lobo ibérico más importante, así como otras especies cinegéticas: ciervos, corzos, jabalíes, jinetas,… Vamos por la N-631 hasta Ferreras de Abajo, donde tomamos un desvío para ir por Ferreras de Arriba hacia Villardeciervos, cuyo entramado urbanístico, dominado por construcciones de piedra, le ha valido la declaración de conjunto histórico-artístico. Paramos a hacernos una foto para el recuerdo en un portalón. Todavía no hace calor y se va muy bien en bici. Grati va perfectamente acoplado a nuestro ritmo; parece que va a ser un bonito día por un paisaje digno de admirar.
Aparece ante nuestros ojos el embalse de Valparaíso. Seguimos avanzando por una estrecha carretera pero bien arreglada. Vamos por Codesal, Sagallos, Manzanal de Arriba. Allí paramos a hablar con un paisano que nos dice que la carretera de Sandín hacia Robledo está mal, decidimos ir por Entrepeñas para continuar por la N-525 hasta Puebla de Sanabria.
Pero recibimos la llamada de Rafa para preguntarnos por dónde estábamos. Nos informa que Ramón nos espera en su pueblo. Nos aconseja retroceder y tomar la otra carretera. Nosotros no estamos por la labor. Al final nos dice que hay 5 km por un camino con piedras, que él lo ha hecho. Decidimos seguir esa ruta.
En Sandín paramos a dar buena cuenta del chorizo, salchichón y queso de nuestro acompañante. Paramos a hacer unas fotos en un pueblo abandonado junto al embalse de Cernadilla y nos adentramos en “el camino empedrado”. Comienza a hacer calor, el camino tenía, en boca de Grati, “las piedras de todas las catedrales”. Parecía que no avanzábamos. Nos quedamos sin agua y no se veía el final por ninguna parte. Estábamos en mitad de ninguna parte, sin agua ni referencias de cuánto nos faltaba para salir de ese infierno.
La nota agradable del momento la puso un corzo que vino a visitarnos. En sus ojos se podía leer la pregunta ¿Qué harán estos por este camino intransitable? Nosotros nos hacíamos la misma pregunta mientras nos acordábamos de Rafa. Grati se nos iba agotando por momentos, se quedaba para atrás y tenía que parar a coger aire.
Nos llama por teléfono el alcalde de Puebla de Sanabria, que nos está esperando para saludarnos y enseñarnos el castillo de la villa. Le informamos de nuestra odisea entre las piedras; quedamos en llamarle al llegar a Puebla.
Al fin, a las dos de la tarde, con un sol de justicia y sin agua cruzamos la vía del tren. Teníamos una referencia. Aparece la estación abandonada y salimos a una carretera. Ya queda poco para llegar a Robledo, pero lo que no dice nuestro mapa es que la carretera tiende siempre hacia arriba hasta llegar al pueblo.
A la entrada del pueblo nos espera Ramón y su señora. Nos llevan para el bar. Tomamos abundante agua fresca, coca cola y comemos fruta. Grati esta extenuado por el esfuerzo y decide quedarse allí para que le vaya a buscar su hijo. Además conoce a una familia en ese pueblo.
Emilio y yo decidimos continuar nuestra ruta para recuperar el retraso. Pensamos reducir nuestra estancia en Puebla de Sanabria, ya que a la hora de llegar estará cerrado el castillo para las visitas. Desde Robledo a Ungidle todo tiende hacia abajo y avanzamos con rapidez; después hay una subida para llegar a nuestro próximo destino.
Llamamos a José Fernández, el alcalde. Quedamos con él en la puerta del ayuntamiento. Nos ofrece quedarnos a dormir en su pueblo, que aunque no tiene albergue hay un convento de monjas que recogen peregrinos. Nuestro plan del día es dormir en Lubián y el alcalde se ofrece para contactar con ellos y ver si hay plaza para albergarnos allí esta noche; nos llamará con la respuesta. Le comentamos que, debido al retraso acumulado, queríamos seguir nuestra ruta cuanto antes, solo paramos a hacer unas fotos en el mirador. Nos acompaña, guiándonos con su coche hasta la salida y conectar con la nacional que nos llevará hacia Requejo de Sanabria.
El camino tiende ligeramente hacia arriba, estamos aproximándonos a una cota de 1.000 m de altitud. Al rato de salir de Puebla me dice Emilio que mi bici tiene pinchada la rueda trasera. Paramos a mirar y decidimos darle aire para ver lo que aguanta, si podemos terminar la etapa de hoy o por lo menos llegar hasta Requejo. Le damos aire y seguimos el camino.
Al llegar a Requejo de Sanabria se está preparando una tormenta que amenaza lluvia. En el puerto de Padornelo está lloviendo. Preparamos bien todas nuestras cosas en bolsas de plástico para que no se mojen. Paramos a tomar agua y comer algo. Probamos a dar aire a la rueda y no coge. Comienza a llover. Pensamos en la posibilidad de quedarnos a dormir en Requejo y arreglar el pinchazo. Nos llama el alcalde de Puebla: ha contactado con un tal Javi para que podamos dormir en Lubián. Dos señores nos informas que hay un taller medio km más adelante y tienen un compresor. Decidimos ir a probar suerte.
Al llegar, está el propietario y nos dice que nos deja el compresor para hinchar la rueda. Cambiamos la cámara por la de repuesto y damos aire a la rueda. Todo listo para seguir el viaje. El cielo amenaza lluvia.
Comenzamos a subir el puerto de Padornelo -cota 1.328 m- con cielo encapotado y cayendo unas gotas de lluvia. Hace fresco y se sube bien. Según avanzamos vemos que ha llovido, las nubes han descargado el agua y se las lleva el viento. Ha tenido que llover bastante porque corre el agua por la orilla de la carretera. Son 11,5 km de subida que hacemos tranquilamente sin cebarnos por llegar arriba. ¡Qué alegría cuando se divisa el túnel que indica el final de la ascensión!
Al comenzar el descenso, tomamos la antigua carretera, dirección a Aciberos y Lubián. El paisaje es bonito: bosques de brezo y robles. El agua corre por el arcén de la carretera, hay que realizar el descenso con cuidado porque el asfalto está muy mojado. Cuando nos queremos dar cuenta estamos entrando en Lubián. Preguntamos a dos señoras por el albergue y nos dirigimos hacia él. Cuando llegamos comprobamos que está todo lleno, hasta en el suelo de la cocina. No hay ninguna colchoneta para poder dormir.
Según nuestra guía hay un albergue privado: Casa Irene, nos encaminamos hacia allí. Pero cuando llegamos nos damos cuenta que está cerrado, no hay nadie. ¿Qué hacemos? Vamos en busca del tal Javi, que es el propietario del bar. Allí nos recibe una señora, que nos da a entender que no es su problema atendernos. Posteriormente llega Javi que llama a otra casa rural para ver si hay plazas, pero no hay sitio. Nos ofrece dormir en el suelo, sin colchoneta en el ayuntamiento. Pensamos que no es una buena idea, la única solución es subir el puerto de la Canda e ir al dormir al hostal “Puerta de Galicia” de Vilavella.
Estamos cansados por la dura etapa que hemos tenido hoy, son las seis y media de la tarde, tenemos ganas de ducharnos y descansar. Hay que subir un puerto de 7 , 5 km pasando de 1.029 m a 1.268 m de altitud. Nos liamos “la manta a la cabeza” y tiramos “p´adelante”. Comenzamos la ascensión por la antigua carretera, pero nos informan que en un cruce se puede tomar la N-525 y pasar por el túnel. En estos momentos que vas al límite de tus fuerzas, sale esa energía de reserva que surge en los momentos de máxima dificultad y te empuja hacia arriba.
Hacemos una parada en mitad del puerto para comer y beber, recobrar un poco de energía y nos encaminamos hacia la cima. Nuestro consuelo es que mañana tendremos un puerto menos para subir, llevamos adelanto sobre el plan previsto. Una vez arriba, aparece el cartel que nos indica la entrada en Galicia. A partir de aquí todo es cuesta abajo hasta Vilavella. Llegamos al hostal a las 19, 30 h. Es un hostal muy grande, con muchas habitaciones. Solamente hay otro matrimonio que está haciendo el camino en bici. Son bastante mayores y nos cuentan que harán la ruta por Verín, porque es un poco menos dura que por Laza.
Tenemos una habitación doble para nosotros dos y una cochera para poder dejar las bicicletas. Ducha, estiramientos musculares y descansar encima de la cama. Cuando ya estamos relajados encima de la cama nos damos cuenta del esfuerzo del día: mi rodilla y la espalda de Emilio comienzan a pasar factura por el enorme derroche de esfuerzo realizado en la etapa de hoy.
Nos llama José Ignacio para el artículo diario. A las nueve bajamos a cenar en el hostal el menú del día y nos vamos para la cama. Como llevamos adelanto sobre el itinerario previsto, decidimos salir mañana un poco más tarde y recuperar fuerzas. Esa noche nos quedamos hablando tumbados en la cama; ese momento de la noche es propicio para confidencias, recuerdos y vivencias del día. Hoy hemos hecho unos 112km. Esa noche dormimos muy bien.