La Otra Voz de Benavente y Los Valles

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jueves, mayo 07, 2009

Más vale volando

1521, EN ABRIL PARA MÁS SEÑAS. UNA LÁGRIMA EN LA MEJILLA DEL CONDE
Por Rafael González Rodríguez

Uno de los rasgos definitorios de la alta política del linaje Pimentel a lo largo de su dilatada trayectoria, fue el de haber sabido siempre estar en lugar apropiado en el momento adecuado.
Los condes, como norma general, no salieron mal parados en cuantos procesos de crisis política o guerra civil se vieron involucrados. Su apoyo incondicional a la monarquía les reportó cuantiosos réditos, dentro del habitual sistema de concesión de mercedes a los partidarios y de confiscaciones a los desafectos. La coincidencia continua de este linaje con el bando vencedor en cada momento explica que la cuantía de villas, juros, mercedes, etc., se fuera incrementado de generación en generación.


Durante la llamada Guerra de las Comunidades de Castilla el emperador Carlos I tuvo en Alonso Pimentel, V Conde de Benavente (1499-1530), uno de sus apoyos más firmes. No sólo defendió invariablemente los intereses de la Corona durante el desarrollo del conflicto, sino que estuvo presente en la batalla final de Villalar, el 23 de abril de 1521, a la que acudió con gran hueste en apoyo de los Realistas. Junto a él se encontraban otros notables del reino como recordaría el Conde de Haro: "pasose el conde de Benavente con su gente a tomar la una punta del lugar; el condestable se pasó delante de la batalla real, y yo con la vanguardia; y en haciendo la punta que hizo el conde de Benavente, rompí con la vanguardia por mitad de los escuadrones de los enemigos; y en los que quedaron a la mano derecha rompieron el condestable y el conde de Miranda y el comendador mayor de Castilla y los continos y los otros grandes y toda la otra gente que allí venía; y en los que quedaron a la mano izquierda rompió el conde de Benavente".
A pesar del éxito evidente de aquella empresa para los intereses del linaje, el magnate benaventano no pudo evitar verse salpicado desagradablemente por los daños colaterales, en este caso con consecuencias trágicas.
Suele señalarse a Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, capitanes respectivamente de las milicias de Toledo, Segovia y Salamanca, como los principales cabecillas del movimiento comunero. Como se sabe, los tres serían ejecutados tras juicio sumarísimo, el 24 de abril de 1521, pocas horas después de ser apresados en las campas de Villalar. Pero entre los derrotados de aquella célebre batalla se encontraban otros nobles y personajes distinguidos. Algunos corrieron mejor suerte y consiguieron, al menos momentáneamente, salvar sus vidas.

Entre ellos estaba el salmantino Pedro Maldonado Pimentel, al parecer primo de aquél Francisco Maldonado y, como su segundo apellido delata, perteneciente a la familia del Conde de Benavente.
Don Pedro tenía que haber sido ejecutado con sus compañeros de armas en aquella mañana de abril, pero la intervención del Conde permitió aplazar su proceso, al menos, hasta el regreso del Emperador.
Según el dictamen inicial, Francisco Maldonado no debía ser ejecutado sino encarcelado en Tordesillas. Sin embargo, como cuenta Sandoval, cuando los realistas conducían al salmantino, desnudo y maltratado, a la localidad vallisoletana se produjo un hecho insólito: "llegó el general de los dominicos y le dijo que los gobernadores mandaban volver a Francisco Maldonado para le degollar, porque el conde de Benavente había hablado con ellos pidiéndoles con eficacia que no degollasen a don Pedro Maldonado en su presencia, porque era su sobrino y lo ternía por afrenta. Y porque se había divulgado que habían de degollar al don Pedro, y ya no se hacía, habían acordado de degollar en su lugar a Francisco Maldonado".
De Pedro Maldonado sabemos que fue en primera instancia el encargado por la Junta en Salamanca de dirigir las milicias locales. Sin embargo, debido a su cercanía familiar a uno de los más firmes colaboradores del rey Carlos I, el Conde de Benavente, su liderazgo causaba algún recelo en los estamentos populares de la ciudad. Su primo, Francisco Maldonado, pasó a capitanearlas, aunque luego compartieron el mando.
En torno a la figura de Pedro Maldonado existe una gran confusión a la hora de fijar su filiación y genealogía. Sabemos que era hijo de Rodrigo Arias Maldonado y de Juana de Pimentel, propietarios de la Casa de las Conchas de Salamanca. De hecho, el motivo repetido de las veneras de su fachada que ha hecho mundialmente famoso este edificio estaría relacionado, según Julián Álvarez Villar, con el escudo familiar de los Pimentel. Su constructor fue don Rodrigo Maldonado de Talavera, regidor de Salamanca, catedrático, embajador de los Reyes Católicos y fundador de la capilla de Talavera.

La Casa de las Conchas fue reformada y redecorada precisamente con motivo del matrimonio de Rodrigo Arias Maldonado, hijo del fundador de la Casa, con doña Juana Pimentel. Desde esta época las armas de ambos linajes, Maldonados y Pimenteles, engalanan repetidamente diversos ambientes de la fachada y el patio.

Como hemos visto, Sandoval hace a este Pedro Maldonado sobrino de Alonso Pimentel, de lo que se deduciría que su madre, Juana, era hermana del Conde. Sin embargo, ninguna mujer de este nombre figura entre los vástagos de Rodrigo Alfonso Pimentel, IV Conde de Benavente (1451-1499). Por el contrario, los genealogistas han venido identificando a esta Juana como una de las hijas de Pedro Pimentel, hermano del IV Conde y padre del que sería, desde 1541, I Marqués de Tábara: Bernaldino Pimentel. De todo ello resultaría que Juana Pimentel, que ejerció algún tiempo como dama de honor de la Reina Católica, era prima carnal del Conde de Benavente y, por tanto, su hijo Pedro Maldonado Pimentel era, en efectivamente, sobrino del mismo pero en segundo grado.
Una vez librado del cadalso, el Conde de Benavente debió pensar que con su influencia y sus buenos oficios conseguiría ablandar la voluntad del Emperador, y se permitió hacerse con la custodia del comunero salmantino.
Pero el protagonismo y el entusiasmo demostrados por Pedro Maldonado en la revuelta habían sido demasiado ostentosos como para dejarlos pasar por alto. El Conde perdió poco después la custodia, y el reo pasó el 20 de mayo de 1521 al castillo de Simancas. En agosto una orden formal de la Corte recomendaba al alcaide de Simancas que sometiera a vigilancia específica a su prisionero.

Los virreyes habían decidido, en ausencia del Rey, castigar a un número reducido de revoltosos. Una comisión de alcaldes de corte comenzó a elaborar listas con los más significativos comuneros y se encargó a las autoridades locales que colaboraran con informes y listas complementarias.
Entonces don Alonso Pimentel debió ser consciente de lo extremadamente delicado de la situación. Con fecha 13 de diciembre envía una desesperada carta al rey pidiendo el perdón. Le informa de la disposición de Pedro Maldonado para servirle en la Guerra de Francia, y se queja de que su protegido no haya gozado del trato preferente otorgado a otros participantes destacados en la revuelta, cuyos nombres cita.

Para desgracia del noble salmantino, la suerte estaba echada. Apenas llegado a Castilla, en julio de 1522, se hizo patente que las intenciones del rey no iban precisamente en la dirección de otorgar una clemencia indiscriminada. Los procesos, lejos de remitir, se aceleran. En agosto de 1522 el Consejo Real juzga en Palencia a Pedro Maldonado, condenándole a muerte.
Como observa Joseph Pérez, hay algunas dudas sobre la fecha exacta de su ejecución. Martín Salas propone el 13 de agosto de 1522, mientras que algún documento de Simancas señala el 14 de agosto. En cualquier caso, el reo salió de la prisión de Simancas a lomos de una mula y encadenado, para ser ejecutado en la plaza pública de la villa. Un final ciertamente oscuro para un miembro tan brillante de una familia de universitarios. Como diría Manuel Giménez Fernández: "Degollado por haberse sentido más nieto de letrado que sobrino de Grande".
Una vez cumplida la sentencia, el cuerpo del joven comunero fue enterrado en la iglesia de Simancas. Allí permaneció hasta 1526, cuando su desconsolada madre obtuvo permiso del Consejo Real para trasladar sus restos con discreción a Salamanca. Fue enterrado en la capilla familiar del claustro de la Catedral Vieja.

La transcripción completa de la mencionada carta del Conde al Rey, hoy en el Archivo General de Simancas, es la siguiente:
Muy alto e muy poderoso Emperador, Rey e Señor.
Ya vuestra magestad sabe como don Pedro Maldonado está preso en Simancas desde el tiempo que fue tomado en Villalar. El consoçe muy bien el deserviçio que hizo a Vuestra Merced en tiempo de las Comunidades, e por esto desea emendarlo con todo serviçio en esto que se ofreçe de la guerra de Francia, e pues para ello no le falta voluntad a Vuestra Magestad suplica se haga con él lo que así se ha fecho con otros que han tenido la misma culpa y más, que es soltar sus personas e darles toda libertad para yr a servir a esas fronteras de Castilla a su costa, lo cual el quiere cumplir como ellos e mucho mejor que demás de hazerse lo que con muchos se ha fecho, especialmente con don Pero [...] y don Antonio de Quiñones e Quintanilla e su hijo y Gómez de Ávila e Suero del Águila, yo rescibiré muy señalada merçed en ello, e para esto mande Vuestra Alteza enbiar çedula y por ella beso las manos de Vuestra Magestad, que si yo no supiese que esta voluntad tiene don Pedro no ynportunaría a Vuestra Alteza por cosa de vuestro deserviçio, cuya vida e muy alto e muy poderosos estados Nuestro Señor acresçiente e prospere por largos tiempos. De Benavente XIII de deziembre.
Imágenes: 1. Los Comuneros de Castilla, por Antonio Gisbert [1860]; 2. Carlos V en Mühlberg, por Tiziano [1548]; 3. Armas de los Pimentel en el patio de la Casa de las Conchas de Salamanca y 4. Armas de los Maldonado y Pimentel en la fachada de la Casa de las Conchas de Salamanca.


Véase también el Blog del autor: http://masvalevolando.blogspot.com/

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