La chicharra
"MIEMBRAS"
Por José Mª Lebrero Vecino
He escuchado atentamente a la ministra de igualdad que decía “miembros y miembras…” ¿Para eso creamos un ministerio de la Igualdad?, ¿para que nada menos que una ministra se dedique, con la que está cayendo en España, a perder el tiempo con esta chorrada? Algunas personas necesitan que alguien le tape la boca: en masculino o femenino, da igual.
Que alguien pare esto que yo me bajo. No puedo por menos que volver a publicar este artículo, titulado en su día: Sandeces sexistas. Ahora lo titularé: Miembras.
Desde hace varias semanas podemos leer en XL Semanal -revista magazine que se publica todos los domingos con El Norte de Castilla-, a Arturo Pérez-Reverte en su columna “Patente de corso”, unos artículos dedicados a aclarar lo que algunos políticos y otras feministas han emborronado en un “lenguaje tan rico como el español”. Me alegra saber que “no estoy solo” en este mundo de papanatas. Además, quien dice todo esto es, ni más ni menos, un miembro de la Real Academia Española. Estoy un poco harto de que se nos tache de machistas cuando utilizamos el masculino genérico. El uso masculino gramatical tiene que ver con el criterio básico de cualquier lengua: economía y simplificación, dice Pérez-Reverte. Parece que ahora todos tenemos que hablar como el político de turno: amigas y amigos; compañeras y compañeros; hijas e hijos; domingos y domingas; águilas y águilos; ratas y ¿ratos?... Pamplinas. Mi ordenador, que es mucho más inteligente que esta pandilla de cursis, me señala con una raya roja todas estas majaderías. Pues eso, que le den, a ellas y a ellos. Yo sigo en mis trece; aunque seguramente por hablar y escribir así, me tacharán de falócrata como a Miguel Hernández. Sí, porque el poeta era un “falócrata”, en sus versos hablaba de leones y bueyes, obviando a las leonas y las bueyas...
Utilizaré el femenino -se pongan como se pongan toda esa manada de feministas radicales y recalcitrantes que parecen ratas de sacristía en celo el día de pascua, y esos políticos oligarcas-, únicamente cuando sea estrictamente necesario, porque, efectivamente, “el uso del masculino genérico no responde a discriminación ninguna, sino a la ley lingüística de la economía expresiva”, y como bien dice este miembro de la RAE, “además de una imbecilidad, es incorrecto e innecesario”. “Resulta empobrecedor, artificioso y ridículo: diputados y diputadas electos y electas...”. Imagínense el diálogo de estos vanguardistas del lenguaje: "¿Tus hijos que tal están?; ¿y tus hijas?" Tendremos que crear una plataforma “Antisandeces sexistas”.
Hablando de discriminación, yo la he sufrido en mis propias carnes con mi último libro titulado: Culos. No pude presentarlo en más de un sitio porque era “muy machista”. Se sonrojaban con sólo leer el título; por supuesto es lo único que leyeron, de lo contrario no hubieran dicho semejante barbaridad. Y es que hay mucho memo suelto. A pesar de ello, no impidieron las buenas críticas de quienes lo leyeron. Por cierto, uno de los lectores fue Arturo Pérez-Reverte, a quien agradezco públicamente la carta que me escribió.
Somos más de dos los que pensamos así.
Por José Mª Lebrero Vecino
He escuchado atentamente a la ministra de igualdad que decía “miembros y miembras…” ¿Para eso creamos un ministerio de la Igualdad?, ¿para que nada menos que una ministra se dedique, con la que está cayendo en España, a perder el tiempo con esta chorrada? Algunas personas necesitan que alguien le tape la boca: en masculino o femenino, da igual.
Que alguien pare esto que yo me bajo. No puedo por menos que volver a publicar este artículo, titulado en su día: Sandeces sexistas. Ahora lo titularé: Miembras.
Desde hace varias semanas podemos leer en XL Semanal -revista magazine que se publica todos los domingos con El Norte de Castilla-, a Arturo Pérez-Reverte en su columna “Patente de corso”, unos artículos dedicados a aclarar lo que algunos políticos y otras feministas han emborronado en un “lenguaje tan rico como el español”. Me alegra saber que “no estoy solo” en este mundo de papanatas. Además, quien dice todo esto es, ni más ni menos, un miembro de la Real Academia Española. Estoy un poco harto de que se nos tache de machistas cuando utilizamos el masculino genérico. El uso masculino gramatical tiene que ver con el criterio básico de cualquier lengua: economía y simplificación, dice Pérez-Reverte. Parece que ahora todos tenemos que hablar como el político de turno: amigas y amigos; compañeras y compañeros; hijas e hijos; domingos y domingas; águilas y águilos; ratas y ¿ratos?... Pamplinas. Mi ordenador, que es mucho más inteligente que esta pandilla de cursis, me señala con una raya roja todas estas majaderías. Pues eso, que le den, a ellas y a ellos. Yo sigo en mis trece; aunque seguramente por hablar y escribir así, me tacharán de falócrata como a Miguel Hernández. Sí, porque el poeta era un “falócrata”, en sus versos hablaba de leones y bueyes, obviando a las leonas y las bueyas...
Utilizaré el femenino -se pongan como se pongan toda esa manada de feministas radicales y recalcitrantes que parecen ratas de sacristía en celo el día de pascua, y esos políticos oligarcas-, únicamente cuando sea estrictamente necesario, porque, efectivamente, “el uso del masculino genérico no responde a discriminación ninguna, sino a la ley lingüística de la economía expresiva”, y como bien dice este miembro de la RAE, “además de una imbecilidad, es incorrecto e innecesario”. “Resulta empobrecedor, artificioso y ridículo: diputados y diputadas electos y electas...”. Imagínense el diálogo de estos vanguardistas del lenguaje: "¿Tus hijos que tal están?; ¿y tus hijas?" Tendremos que crear una plataforma “Antisandeces sexistas”.
Hablando de discriminación, yo la he sufrido en mis propias carnes con mi último libro titulado: Culos. No pude presentarlo en más de un sitio porque era “muy machista”. Se sonrojaban con sólo leer el título; por supuesto es lo único que leyeron, de lo contrario no hubieran dicho semejante barbaridad. Y es que hay mucho memo suelto. A pesar de ello, no impidieron las buenas críticas de quienes lo leyeron. Por cierto, uno de los lectores fue Arturo Pérez-Reverte, a quien agradezco públicamente la carta que me escribió.
Somos más de dos los que pensamos así.
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