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lunes, octubre 05, 2009

Crónica de Barataria

DE HACENDADOS Y DEL VIAJE A LA CORTE
Por Fray Junípero Pimentel

Andan los hacendados locales en una guerra declarada por ver quien ocupará la dirección de la organización aquí en Barataria. Desde la capital se ha decidido que no es hora de mudanzas en tiempo de tribulaciones, esto es, mientras no se aclaren lo que han llamado “interferencias políticas”.
Por lo visto, según ha denunciado uno de los candidatos, varios alcaldes utilizaban su cargo para pedir apoyos a empresarios de la comarca: «Iban negocio por negocio pidiendo la firma y les decían que era bueno para el partido», ha dicho una de las partes.
El cronista no acierta muy bien a comprender el papel de los alcaldes metidos a agentes empresariales, si bien no puede por menos de recordar el capítulo 27 del libro II del Quijote: “La aventura del rebuzno”, cuando poco antes de entrar en Zaragoza, el caballero manchego se encontró con un escuadrón que en el estandarte llevaba pintado un asno con los siguientes versos:

“No rebuznaron en balde
el uno y el otro alcalde”.

Por eso no acierta muy bien el cronista a entender qué demonios pintan en estas cuitas los regidores recaudando firmas por los valles de la extensa Barataria -que para conseguir voluntades basta con Blimunda y Baltasar Sietesoles, los personajes de Saramago en El Memorial del Convento-. Ser un alcalde reconvertido a agente electoral, tiene sus riesgos, pues como dijo Sancho: “tan a pique está de rebuznar un alcalde como un regidor”.
Rebuznos e injerencias políticas al margen, los hacendados tendrán que resolver sus diferencias buscando lo mejor para Barataria y no tanto para el partido; que aquí no acierta el cronista a descifrar a qué partido se refiere, si a uno judicial o a otro de competición deportiva.
Así que tengan buena paz los recaudadores de firmas y serénense los ánimos, que no por eso van a tirarse los hacendados al monte ni a liarse a garrotazos.
* * *
El que quiere tirarse, no sé si al monte pero sí en brazos de la Corte, es el presidente de la Diputación, que ha anunciado la celebración del día de la provincia precisamente en la capital del Reino.
Sorprendido se queda el cronista, y aún todo el capítulo de este venereble monasterio, ante tamaña ocurrencia, entendiendo que el demasiado calor que estamos sufriendo haya podido hacer mella en la mollera del prócer provincial.
Justifica el ilustre su decisión argumentando que en la Corte hay muchos hijos de la diáspora. Ya sabemos que en el terruño vamos quedando menos, pero de aquí a exaltar el éxodo celebrando en otra provincia –por muy cortesana que sea- el día de la nuestra media un abismo. Diríase que el prócer está haciendo apología de la emigración, invitando a salir –aunque sólo sea por un día- camino de la Corte. De paso, si alguno le gusta, ya se puede quedar allí.
No debe haber reparado el padre de la criatura –al fin y al cabo la idea no deja de ser una criatura recién nacida- en los gastos que ocasionarán a las arcas de todos los municipios de la provincia el desplazamiento de alcaldes y concejales a la capital del Reino.
No debe haber reparado tampoco en que pueda cundir el ejemplo y lo mismo que este año se va al Manzanares, el próximo se puede ir al Pisuerga y el otro a la Ciudad Condal, para redimir a los que tomaron el camino de la diáspora. Como siga así, algunos van a tomar el camino del exilio, con tal de no aguantar más las ocurrencias del prócer, que lo mismo ve una autovía donde sólo hay una carretera llena de baches y socavones o quiere hacer un campo de golf en la capital, en lugar de asegurar el abastecimiento de agua a las sedientas poblaciones del medio rural.
Mientras sigue sonando la gaita, a este monasterio han llegado noticias procedentes de Calasparra y Mazarrón, en el Reino de Murcia y otras venidas de Sestao, e Vizcaya, donde moran también un buen número de provincianos emigrantes que, enterados de la brillante idea del presidente de la Diputación, se han puesto ya a la cola y ofrecen su ciudad para ser sede de la próxima Olimpíada, quiero decir del próximo día de la Provincia. De ahí, a cruzar el charco y presentarse un buen día en la Argentina o en Cuba, sólo va un paso. Al tiempo.

Ilustraciones: Riña a garrotazos, de Francisco de Goya (1746-1828); La aventura del Rebuzno, de Fernando Selma (1752-1808). Diáspora.

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