La chicharra
EL CINISMO DE LA NAVIDAD
Por José Mª Lebrero Vecino *
Estamos metidos en plena Navidad. Unas fiestas entrañables. Para mí son las fiestas donde el cinismo aflora con mayor fuerza entre la mayoría de las personas. Se dicen cosas que no se sienten realmente, demasiadas mentiras piadosas. Suelen decir que por estas fechas los corazones se ablandan. A mí no me interesa esa gente. ¿Qué pasa?, ¿que durante el resto del año lo tienen endurecido? ¿Y ahora es época de rebajas? Repito que no me interesa porque seguro que la calidad no es la misma. Hablando de rebajas, tampoco le falta razón a quien dice que la Navidad la inventó El Corte Inglés.
Aunque, ya de por sí, vivimos en una sociedad de consumo adornada por espectaculares campañas publicitarias; cuando llega la Navidad es difícil aguantarse y no dejarse llevar por la dulce corriente de la tentación.
Nos bombardean por todas partes que en estas fiestas nos tenemos que divertir. ¡Me niego, en rotundo, a divertirme a toque de silbato! Yo procuro divertirme siempre; si puedo hasta trabajando; no porque lo digan cuatro memos en la radio o en televisión. ¿Qué pasa, que cuando acaben las fiestas tenemos que estar tristes? Que le den.
No me gusta la falsa euforia, y en todo esto hay demasiada alegría fingida. Esto no tiene nada que ver con el verdadero espíritu navideño.
Los niños esperan estos días con gran ilusión, aparte de no tener escuela, por los regalos de Santa Claus (otro invento absurdo) o los Reyes Magos. ¡Qué ilusión, qué alegría les entra cuando ven los juguetes! Pero si té fijas, te das cuenta que esa alegría se le esfuma pronto al ver que su juguete favorito, ése que había visto en la tele, lo hace todo él solito con el simple hecho de tocar un botón. Solo le queda una alternativa: mirar, mirar, y mirar.
Son artilugios muy bonitos diseñados para llamar la atención, no solamente de los niños, sino de toda la familia, especialmente los padres; pero anulan por completo la capacidad creativa del niño. Su contacto más directo con el juguete es cuanto tiene que cambiarle las pilas. Con estos inventos que nos regala el progreso, la imaginación del niño se ve limitada de tal manera que si observamos la cara que pone cuando sigue las evoluciones del juguete de turno, vemos cómo su expresión está en un estado colindante a la idiotez. No es de extrañar que los niños se aburran como ostras a las dos horas de hacerle el regalo.
Felices Fiestas.
Por José Mª Lebrero Vecino *
Estamos metidos en plena Navidad. Unas fiestas entrañables. Para mí son las fiestas donde el cinismo aflora con mayor fuerza entre la mayoría de las personas. Se dicen cosas que no se sienten realmente, demasiadas mentiras piadosas. Suelen decir que por estas fechas los corazones se ablandan. A mí no me interesa esa gente. ¿Qué pasa?, ¿que durante el resto del año lo tienen endurecido? ¿Y ahora es época de rebajas? Repito que no me interesa porque seguro que la calidad no es la misma. Hablando de rebajas, tampoco le falta razón a quien dice que la Navidad la inventó El Corte Inglés.
Aunque, ya de por sí, vivimos en una sociedad de consumo adornada por espectaculares campañas publicitarias; cuando llega la Navidad es difícil aguantarse y no dejarse llevar por la dulce corriente de la tentación.
Nos bombardean por todas partes que en estas fiestas nos tenemos que divertir. ¡Me niego, en rotundo, a divertirme a toque de silbato! Yo procuro divertirme siempre; si puedo hasta trabajando; no porque lo digan cuatro memos en la radio o en televisión. ¿Qué pasa, que cuando acaben las fiestas tenemos que estar tristes? Que le den.
No me gusta la falsa euforia, y en todo esto hay demasiada alegría fingida. Esto no tiene nada que ver con el verdadero espíritu navideño.
Los niños esperan estos días con gran ilusión, aparte de no tener escuela, por los regalos de Santa Claus (otro invento absurdo) o los Reyes Magos. ¡Qué ilusión, qué alegría les entra cuando ven los juguetes! Pero si té fijas, te das cuenta que esa alegría se le esfuma pronto al ver que su juguete favorito, ése que había visto en la tele, lo hace todo él solito con el simple hecho de tocar un botón. Solo le queda una alternativa: mirar, mirar, y mirar.
Son artilugios muy bonitos diseñados para llamar la atención, no solamente de los niños, sino de toda la familia, especialmente los padres; pero anulan por completo la capacidad creativa del niño. Su contacto más directo con el juguete es cuanto tiene que cambiarle las pilas. Con estos inventos que nos regala el progreso, la imaginación del niño se ve limitada de tal manera que si observamos la cara que pone cuando sigue las evoluciones del juguete de turno, vemos cómo su expresión está en un estado colindante a la idiotez. No es de extrañar que los niños se aburran como ostras a las dos horas de hacerle el regalo.
Felices Fiestas.
* Escritor y periodista
Etiquetas: La chicharra
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