La Otra Voz de Benavente y Los Valles

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lunes, septiembre 08, 2008

Bicentenario de la Guerra de la Independencia

LA CARRERA DE BENAVENTE
Por Rafael González Rodríguez

Los acontecimientos relacionados con la Guerra de la Independencia (1808-1814) constituyen, sin lugar a dudas, uno de los momentos de nuestra Historia Contemporánea que dejaron más profunda huella en un buen número de localidades de los Valles de Benavente.
En la memoria colectiva de sus habitantes permanecen aún frescos diferentes episodios vinculados al paso de los ejércitos francés e inglés. La documentación parroquial suele consignar y detallar los daños infringidos al patrimonio mueble e inmueble, y da cumplida cuenta de las funestas consecuencias de la irrupción violenta de la tropa en unas poblaciones inmersas hasta entonces en el anonimato. Aunque la ocupación francesa se prolongó, como es bien sabido, durante varios años, son particularmente los últimos días del mes de diciembre de 1808 y las primeras jornadas del año siguiente los que mayores repercusiones tuvieron para Benavente y su comarca.
La historiografía francesa ha venido en llamar Carrera de Benavente -una denominación que hizo fortuna- a los acontecimientos registrados en los últimos días de diciembre de 1808 en torno a la retirada de las tropas inglesas de Moore hacia La Coruña. En realidad, la Carrera de Benavente es un concepto polifacético que comprende las peripecias de cruce del río Esla por ingleses y franceses en las inmediaciones del puente de Castrogonzalo, la voladura del mismo y las escaramuzas mantenidas entre la vanguardia y la retaguardia de ambos ejércitos en la extensa vega que separa el cauce del río del casco urbano de Benavente.
La noche del 26 de diciembre de 1808 la caballería inglesa, la artillería rodada y un cuerpo ligero se quedaron en Castrogonzalo, mientras que las divisiones de los generales Hope y Fraser continuaron hacia Benavente. Este mismo día Moore dirigía una misiva al Marqués de La Romana desde Benavente informándole de los últimos movimientos, de la que se desprende que había llegado a la villa la noche anterior. Es entonces cuando, al parecer, comienzan a producirse graves actos de indisciplina y pillaje por parte de la soldadesca británica. A pesar de los esfuerzos de los oficiales por evitar, en la medida de lo posible, el afán de destrucción, las estancias del Castillo fueron objeto de un expolio inmisericorde. Son varios los relatos que describen las hogueras encendidas junto a los muros de la Fortaleza, empleando como combustible todo el mobiliario que encontraban a mano, incluidas sus valiosas pinturas, y como se protegían del frío abrigándose con los tapices que engalanaban los muros. Sin embargo, el incendio final del edificio, el que originó su destrucción total, debió producirse a partir del 7 de enero de 1808, ya con la ciudad bajo control francés.
La voladura del puente de Castrogonzalo era vital en la estrategia de Moore de asegurar la retirada hacia Galicia, frenar el avance napoleónico y no ofrecer, por el momento, combate en campo abierto al enemigo. Lo cierto es que tal táctica tuvo sus frutos, complementada con la crecida de los ríos y lo intransitable de los caminos. Así pues, la fábrica del puente fue minada en los arcos más próximos a la orilla izquierda del Esla por los ingenieros ingleses y volada con pólvora. El laborioso sabotaje debió tener lugar en un arco temporal que abarcaría la noche del 27 de diciembre hasta la madrugada del día 29.
La captura del general Charles Lefebvre-Desnouettes es, sin duda, el acontecimiento que mayor trascendencia tuvo de todos los episodios relacionados con la "Carrera de Benavente". Los hechos deben situarse en torno a las 9 de la mañana del día 29 de diciembre de 1808, antes incluso de que Moore se hubiera puesto en movimiento en dirección a Astorga.
Las informaciones de las que disponía el ejército británico eran que el día 28 el Emperador había pernoctado en Villalpando. Sin embargo, todo apunta a que en realidad pasó aquella noche en Valderas. Desde aquí dio instrucciones a Lefebvre de intentar cruzar el Esla, pero sin comprometerse en un choque directo hasta que no llegaran los refuerzos correspondientes a un regimiento polaco. Lefebvre llega al Esla y comprueba que junto al puente no hay más que piquetes de caballería, lo que le induce a pensar que los ingleses ya se han retirado de Benavente. Como el puente está impracticable busca, y encuentra, un vado a unos dos kilómetros aguas arriba, a la altura de Castrogonzalo, y con muchas dificultades, consigue vadear el río con toda su tropa, compuesta por unos 300 cazadores. La gran profundidad del vado elegido hace temeraria la empresa y obliga a los caballos prácticamente a nadar contra la corriente.
Lefebvre llevado por su creencia en una total retirada inglesa de Benavente se adentró con pasión por la vega del Esla hasta las puertas de la villa en su persecución de los puestos de avanzada ingleses. De pronto se vio sorprendido por el grueso de la caballería del enemigo, que le atacó por el flanco y efectuó una maniobra envolvente. En su intento de repasar el río, su caballo cayó herido y se ahogaba, lo que facilitó su captura por dos soldados ingleses.
Con Lefebvre prisionero, sus tropas aturdidas y desorientadas intentaron también repasar el Esla con aún mayores dificultades que en la intentona anterior, pues sus aguas habían vuelto a crecer en el intervalo. Formaron para cargar de nuevo, pero los ingleses lograron situar rápidamente dos piezas de artillería ligera junto al puente, y con fuego de metralla dispersaron a los escuadrones franceses. En palabras del teniente Augustus Schaumann: "en verdad un cuadro digno de ser pasado a la posteridad por el pincel de un pintor de batallas como Lutherbourg o Bourgoin". En total, el Emperador perdió unos setenta hombres entre muertos, heridos o prisioneros. A la vista de la debacle, Napoleón intentó ofrecer a los ingleses un trato para el intercambio de prisioneros, y poder así recuperar a su querido general. Propuso al general en jefe enemigo cambiarlo por un oficial del mismo rango detenido en Francia, pero Moore no quería soltar una presa que le proporcionaba un trofeo ante una opinión pública británica muy crítica con sus movimientos en España. Fue tratado, eso sí, con todas las correcciones y distinciones propias de su rango, pero acabó siendo enviado a Londres como botín de guerra, lo que aumentó la cólera del Corso.

Fotos: Recreación histórica de la batalla entre ingleses y franceses en Benavente.

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