Recuerdos del ayer
VIEJOS OFICIOS Y PROFESIONES DEL AYER EN FUENTES DE ROPEL
Foto: Iglesia de San Pedro, en Fuentes de Ropel.
* Natural de Fuentes de Ropel. http://zaragozaciudad.net/dimas/
Autor del Libro: Crecer, obedecer, comabtir y morir. Fascistas italianos en la Guerra Civil española. Zaragoza, 2006. Institución Fernando el Católico.
Por Dimas Vaquero P.*
Como dice la canción, ¡¡cómo hemos cambiado!!
Fuentes de Ropel, como todos los pueblos en zona rural, ha experimentado durante el paso de los años, con el fuerte desarrollismo y con la modernización de su vida económica y social, grandes transformaciones y cambios en su aspecto físico, en sus casas, en sus calles, en las infraestructuras y en su vida interior como pueblo. Era un pueblo eminentemente agrícola y ganadero con una población muy superior en número a la actual, y que alrededor de esos dos factores de riqueza giraban y dependían una gran variedad de oficios y profesiones hoy casi todas desaparecidas y casi olvidadas o desconocidas por las nuevas generaciones.
Los años sesenta y setenta del siglo pasado marcaron la vida actual de Fuentes con una fuerte transformación del campo, una buena parte debido a la concentración parcelaria que fue llevando a la paulatina modernización de los modos de producción y sistemas de trabajo. Esto unido al gran desarrollo económico de algunas provincias españolas, que no Zamora, y necesitadas de mano de obra, ofrecieron mejores modos de vida, llevó a una buena parte de su población a buscar en la emigración todo aquello que en el pueblo no podían conseguir. Eran los comienzos de esa gran transformación.
¿Cómo afectó todo esto a su población? El campo empezó a experimentar su gran modernización y a ofrecer un excedente mano de obra, lo que obligó a poner las miras en las grandes ciudades industriales como salida a la búsqueda de nuevas formas de vivir. Unos modos de vida más cómodos, más rentables en lo económico, y que ofreciera mejores expectativas de futuro a los hijos, llevando a la práctica desaparición de la mayoría de los oficios y profesiones que favorecían o ayudaban a sobrevivir en el medio rural.
La desaparición paulatina de aquellos profesionales y de los artesanos han ido dejando en el olvido sus trabajos ligados en su mayoría a la vida agrícola y ganadera del pueblo. Oficios desaparecidos con todo lo que ello supone, no sólo la profesión en sí, sino también sus trabajos realizados, su vocabulario específico, una cultura que se queda en el olvido, sus herramientas…¡Pero su historia no se puede olvidar!. Muchos de estos oficios eran ejercidos no sólo dentro de Fuentes, contaban con trabajo y clientes en otros lugares en los que eran solicitados o donde podían obtener nuevas ganancias, al igual que por Fuentes pasaban otros muchos profesionales y oficios que aquí también encontraban buena clientela. Profesiones y oficios caídos en el olvido pero no en la desmemoria. Tal es el caso de las profesiones relacionadas con la ganadería (mular, ovina, porcina…) que necesitaba de profesionales necesarios para desarrollar con mejor rendimiento su producción:
Guarnicioneros que con la piel, el cáñamo y la media luna hacían los collerines, francaletes, retrancas, trallas o cabezadas. Matachines que a la llegada de San Martín sacaban a los marranos de las pocilgas y los llevaran al banco para sangrarles y posteriormente descuartizarles. Esquiladores de burros, mulas y machos sobre los que hicieran valer su destreza para dibujar sobre sus ancas cenefas o dibujos geométricos decorativos; herradores que amarraban con las trabas a las caballerías y sobre sus cascos manejaban la cuchilla, el pujabante, las tenazas y los clavos para finalmente fijarles las herraduras; lecheros y queseros que en sus casas vertían la cuajada sobre las tablas y cinchas para elaborar exquisitos quesos; carniceros y chacineros que desde el cuidado de su propio ganado, ovejas y cabras, despachaban diariamente la carne para el cocido.
Otros eran oficios puramente artesanales como el del cacharrero o alfarero, elaborando con sus manos desde la pella de arcilla y sobre el viejo torno los barreños, cazuelas, botijas, botijos, pucheros, ollas o cántaros para guardar el agua del caño, con una rica decoración. Muy solicitados fueron los carreteros de Fuentes de Ropel, pues manejaban hábilmente el trabajo de la madera, haciendo famosos sus carros de varas, carros de lanza y bolea y posteriormente los remolques. Como también fueron muy solicitados los carpinteros con una gran maestría en el uso de la garlopa, la escofina, el berbiquí o el serrucho, elaborando la mayoría de los vasares, artesas y batederos, puertas o ventanas de las casas. Las faenas agrícolas y ganaderas también necesitaban de buenas botas y zapatos para trochar entre cabones por los barbechos y regueros, por lo que la presencia de varios zapateros remendones era necesaria. De su oficio hacían un arte con la bigornia, el martillo, la lezna y las tenazas.
Si se trataba de mudarse y ponerse guapo para ir a misa los domingos, días de fiesta o algún evento especial como San Blas, el Cristo o bodas, los sastres de Fuentes estaban dispuestos para hacer los trajes oportunos y estrenarlos en esas ocasiones, siendo también éstas las propicias para acudir a alguno de los barberos y que diera un repaso al pelo. También era los momentos de visitar las madres o abuelas la mercería para comprar unas bobinas de hilo con las que repasar algún calcetín, para reponer aquella camisa ya muy repasada, comprar una gorra o unos calcetines ante la imposibilidad de seguir remendando los viejos. Ratos de ocio no faltaban y lugares para celebrarlo tampoco. El cine, los cafés o los salones de baile eran los lugares más frecuentados para la diversión, siendo a veces visitados por titiriteros que hacían comedias en la plaza o mostraban algún pequeño espectáculo circense al que había que acudir con la banca o el banquillo de casa si se quería localidad sentada. También los domingos y festivos solía montar su puesto el churrero y ofrecer sus calientes churros junto a una copa de orujo o aguardiente, elaborado en algunas de las alquitaras de Fuentes, para calentar el cuerpo en las frías mañanas invernales; si era verano no faltaba el carro del heladero o el puesto de tiro de escopeta de perdigón. Cuando las fiestas eran mayores, los panaderos y confiteros solían ser muy visitados para hacer las tortas de coscarón, las madalenas o comprar los tocinillos y dulces para honrar a los invitados.
Muchos más oficios fueron los que prestaron sus servicios a la población de Fuentes y que también han pasado ya a la historia, que en este momento también conviene recordar o recuperar desde la memoria. Tal fue el caso del molinero que molía la cebada para el pienso de los animales; o los de la corta que acudían diariamente al monte a roturar o cortar las encinas con las que hacer leña que sirviera de combustible par los hornos panaderos o para los particulares. Igualmente era el monte el lugar al que acudían el cisquero y carbonero, oficios imprescindibles y muy necesarios para sobrevivir los duros inviernos ropelanos al calor del brasero de cisco bajo las camillas o para preparar el carbón de las cocinas económicas. El cubero era quien ofrecía sus cubas y carrales para guardar la cosecha de vino; el lucero estaba pendiente del servicio eléctrico del pueblo y de reponer los plomos que se fundieran; el trapero, cuyo trabajo era el de recoger hierros y colchones en desuso, hoy día decimos que para su reciclaje posterior en alguna otra parte; los tejeros y adoberos, que con una rústica y primitiva industria fabricaban las tejas y adobes para las casas y pajares y que cada ciertos años necesitaban de la labor o repaso periódico de los retejadores para corregir las goteras del tiempo. El herrero y su fragua, que a golpe de fuelle y yunque, mazo y tenazas sometía y dominaba los hierros candentes para hacer de ellos rejas, trébedes, formones, cerraduras, o arreglar los desperfectos de la maquinaria agrícola. Fuentes también fue un pueblo de arrieros, quienes con sus carros de reata trajinaban por varios pueblos con el vino, la paja, las patatas, las castañas o el carbón, entre otros productos.
Por el campo, además de los labradores y pastores, envueltos en sus capas pardas o bajo el gran paraguas, no era difícil encontrarse con el guarda, vigilante de que las normas establecidas y el respeto a las propiedades se cumplieran. Había también otros pastores de ganado, el vaquero, el que diariamente reunía a toque de esquilón a las vacas y terneras en el camino molino para llevarlas a la becera, o se quedaban con ellas durante la noche en los corrales de la pradera.
Relacionados con la iglesia también hubo oficios hoy desaparecidos, como el de sacristán, que además de tocar las campanas para avisar de la hora de misas y oficios, ayudaba en su celebración, o el enterrador, encargado de hacer la fosa para el último difunto y mantener adecentado el cementerio. Y durante muchos años también hubo presencia en Fuentes de miembros de la guardia civil, con su casa-cuartel frente al caño viejo, hoy viviendas particulares.
Pescadores, maestros albañiles, mieleros, disecadores, pregoneros, telefonistas-telegrafistas, taxistas, músicos, quiosqueros, hueveros, vendedores ambulantes, camineros, capataces, criados, jornaleros, tractoristas, criadores de palomas, avicultores, transportistas, pastores de dehesas, guardeses, segadores, comerciantes, escultores, panaderos, drogueros, gaseoseros, ferreteros…, y posiblemente algunas más, eran profesiones y oficios que enriquecían la vida económica y social de Fuentes, la mayoría de ellos hoy tristemente desaparecidos.
A Fuentes, una localidad de bastante población y riqueza agrícola dentro de la comarca, también acudían otros profesionales y oficios de fuera que ofrecían sus servicios. Algunos eran gentes provenientes de muy lejos y, que debido a los medios de transporte entonces utilizados, carros de caballerías, bicicleta o andando, necesitaban estar varios días fuera de su casa y estar alojados. Es por ello que en las posadas y mesones de Fuentes, junto a la carretera, se hospedaban infinidad de personas y profesionales también hoy desaparecidos. El pregonero con su trompetilla era el encargado de dar aviso por las esquinas y plazas de la llegada de estas gentes. Cacharreros de otras localidades que hacían noche en su largo peregrinar por los pueblos aledaños; los capadores de Roa que con su chiflo y su peculiar soniquete hacía inconfundible su presencia; los afiladores de Orense, que desafiando al tiempo y a la distancia, con su carretilla sobre la que iba la rueda de afilar, su chifla y el sonido peculiar que les caracterizaba iban por las calles con su ingenio rodante y su pequeño taller esperando las tijeras, tranchetes o cuchillos para afilar. Buhoneros con mil y una baratijas y lentes para la vista; los trilleros de Cantalejo, que a golpe de mazo incrustaban las piedras de silex en los trillos ante la llegada del verano, recorriendo eras y casetas; los silleteros de Castroverde, reparando las sillas y sillones de enea; los pellejeros de Villarramiel; los saqueros y sus sacos de angeo, los fruteros y pescateros de Villalón; los poceros para limpiar o hacer los numerosos pozos. Muy populares fueron y son “los de Tordehumos” con su carro de varas primeramente y su furgoneta en época más moderna ofreciendo colchas, sábanas o camisas, así como los vendedores de retales y tejidos de Villanueva. Si su dedicación y negocio era el ganado, venían los tratantes y marraneros con lo que el regateo era la forma de ganarse de más unas pesetillas; los que frecuentaban Fuentes en época próxima a la vendimia era los cesteros y talegoneros que con sus mimbres y su navaja elaboraban con rapidez y habilidad los cestos y talegas para recoger la uva y transportarla a los zarceros de las bodegas del pueblo o se llevaban a la báscula del comprador con destino a las bodegas gallegas; o aquellos hojalateros y quincalleros cuyo trabajo era vender calderos, pozaletas o parchear tarteras y pucheros. Muchas profesiones y oficios, y seguro que las personas más mayores aún podrían darnos informaciones de muchos más.
Cuando las necesidades diarias no podían ser cubiertas por los comercios de ultramarinos, los profesionales del pueblo o los venidos de afuera, el recurso o la solución se encontraban siempre los jueves en Benavente, el día de mercao, día y lugar para comprar o para vender.
Todas estas profesiones y oficios son una señal de la importancia de Fuentes en época pasada, de la vitalidad económica y social que inundaba las calles y los establecimientos, de una población numerosa y de la alegría de las calles por las que correteaban los chicos y chicas a la salida de las escuelas respectivas. Toda una riqueza cultural y económica que no debemos dejar en el olvido y que tal vez de alguna manera debería quedar como testimonio permanente a las generaciones venideras.
Como dice la canción, ¡¡cómo hemos cambiado!!
Fuentes de Ropel, como todos los pueblos en zona rural, ha experimentado durante el paso de los años, con el fuerte desarrollismo y con la modernización de su vida económica y social, grandes transformaciones y cambios en su aspecto físico, en sus casas, en sus calles, en las infraestructuras y en su vida interior como pueblo. Era un pueblo eminentemente agrícola y ganadero con una población muy superior en número a la actual, y que alrededor de esos dos factores de riqueza giraban y dependían una gran variedad de oficios y profesiones hoy casi todas desaparecidas y casi olvidadas o desconocidas por las nuevas generaciones.
Los años sesenta y setenta del siglo pasado marcaron la vida actual de Fuentes con una fuerte transformación del campo, una buena parte debido a la concentración parcelaria que fue llevando a la paulatina modernización de los modos de producción y sistemas de trabajo. Esto unido al gran desarrollo económico de algunas provincias españolas, que no Zamora, y necesitadas de mano de obra, ofrecieron mejores modos de vida, llevó a una buena parte de su población a buscar en la emigración todo aquello que en el pueblo no podían conseguir. Eran los comienzos de esa gran transformación.
¿Cómo afectó todo esto a su población? El campo empezó a experimentar su gran modernización y a ofrecer un excedente mano de obra, lo que obligó a poner las miras en las grandes ciudades industriales como salida a la búsqueda de nuevas formas de vivir. Unos modos de vida más cómodos, más rentables en lo económico, y que ofreciera mejores expectativas de futuro a los hijos, llevando a la práctica desaparición de la mayoría de los oficios y profesiones que favorecían o ayudaban a sobrevivir en el medio rural.
La desaparición paulatina de aquellos profesionales y de los artesanos han ido dejando en el olvido sus trabajos ligados en su mayoría a la vida agrícola y ganadera del pueblo. Oficios desaparecidos con todo lo que ello supone, no sólo la profesión en sí, sino también sus trabajos realizados, su vocabulario específico, una cultura que se queda en el olvido, sus herramientas…¡Pero su historia no se puede olvidar!. Muchos de estos oficios eran ejercidos no sólo dentro de Fuentes, contaban con trabajo y clientes en otros lugares en los que eran solicitados o donde podían obtener nuevas ganancias, al igual que por Fuentes pasaban otros muchos profesionales y oficios que aquí también encontraban buena clientela. Profesiones y oficios caídos en el olvido pero no en la desmemoria. Tal es el caso de las profesiones relacionadas con la ganadería (mular, ovina, porcina…) que necesitaba de profesionales necesarios para desarrollar con mejor rendimiento su producción:
Guarnicioneros que con la piel, el cáñamo y la media luna hacían los collerines, francaletes, retrancas, trallas o cabezadas. Matachines que a la llegada de San Martín sacaban a los marranos de las pocilgas y los llevaran al banco para sangrarles y posteriormente descuartizarles. Esquiladores de burros, mulas y machos sobre los que hicieran valer su destreza para dibujar sobre sus ancas cenefas o dibujos geométricos decorativos; herradores que amarraban con las trabas a las caballerías y sobre sus cascos manejaban la cuchilla, el pujabante, las tenazas y los clavos para finalmente fijarles las herraduras; lecheros y queseros que en sus casas vertían la cuajada sobre las tablas y cinchas para elaborar exquisitos quesos; carniceros y chacineros que desde el cuidado de su propio ganado, ovejas y cabras, despachaban diariamente la carne para el cocido.
Otros eran oficios puramente artesanales como el del cacharrero o alfarero, elaborando con sus manos desde la pella de arcilla y sobre el viejo torno los barreños, cazuelas, botijas, botijos, pucheros, ollas o cántaros para guardar el agua del caño, con una rica decoración. Muy solicitados fueron los carreteros de Fuentes de Ropel, pues manejaban hábilmente el trabajo de la madera, haciendo famosos sus carros de varas, carros de lanza y bolea y posteriormente los remolques. Como también fueron muy solicitados los carpinteros con una gran maestría en el uso de la garlopa, la escofina, el berbiquí o el serrucho, elaborando la mayoría de los vasares, artesas y batederos, puertas o ventanas de las casas. Las faenas agrícolas y ganaderas también necesitaban de buenas botas y zapatos para trochar entre cabones por los barbechos y regueros, por lo que la presencia de varios zapateros remendones era necesaria. De su oficio hacían un arte con la bigornia, el martillo, la lezna y las tenazas.
Si se trataba de mudarse y ponerse guapo para ir a misa los domingos, días de fiesta o algún evento especial como San Blas, el Cristo o bodas, los sastres de Fuentes estaban dispuestos para hacer los trajes oportunos y estrenarlos en esas ocasiones, siendo también éstas las propicias para acudir a alguno de los barberos y que diera un repaso al pelo. También era los momentos de visitar las madres o abuelas la mercería para comprar unas bobinas de hilo con las que repasar algún calcetín, para reponer aquella camisa ya muy repasada, comprar una gorra o unos calcetines ante la imposibilidad de seguir remendando los viejos. Ratos de ocio no faltaban y lugares para celebrarlo tampoco. El cine, los cafés o los salones de baile eran los lugares más frecuentados para la diversión, siendo a veces visitados por titiriteros que hacían comedias en la plaza o mostraban algún pequeño espectáculo circense al que había que acudir con la banca o el banquillo de casa si se quería localidad sentada. También los domingos y festivos solía montar su puesto el churrero y ofrecer sus calientes churros junto a una copa de orujo o aguardiente, elaborado en algunas de las alquitaras de Fuentes, para calentar el cuerpo en las frías mañanas invernales; si era verano no faltaba el carro del heladero o el puesto de tiro de escopeta de perdigón. Cuando las fiestas eran mayores, los panaderos y confiteros solían ser muy visitados para hacer las tortas de coscarón, las madalenas o comprar los tocinillos y dulces para honrar a los invitados.
Muchos más oficios fueron los que prestaron sus servicios a la población de Fuentes y que también han pasado ya a la historia, que en este momento también conviene recordar o recuperar desde la memoria. Tal fue el caso del molinero que molía la cebada para el pienso de los animales; o los de la corta que acudían diariamente al monte a roturar o cortar las encinas con las que hacer leña que sirviera de combustible par los hornos panaderos o para los particulares. Igualmente era el monte el lugar al que acudían el cisquero y carbonero, oficios imprescindibles y muy necesarios para sobrevivir los duros inviernos ropelanos al calor del brasero de cisco bajo las camillas o para preparar el carbón de las cocinas económicas. El cubero era quien ofrecía sus cubas y carrales para guardar la cosecha de vino; el lucero estaba pendiente del servicio eléctrico del pueblo y de reponer los plomos que se fundieran; el trapero, cuyo trabajo era el de recoger hierros y colchones en desuso, hoy día decimos que para su reciclaje posterior en alguna otra parte; los tejeros y adoberos, que con una rústica y primitiva industria fabricaban las tejas y adobes para las casas y pajares y que cada ciertos años necesitaban de la labor o repaso periódico de los retejadores para corregir las goteras del tiempo. El herrero y su fragua, que a golpe de fuelle y yunque, mazo y tenazas sometía y dominaba los hierros candentes para hacer de ellos rejas, trébedes, formones, cerraduras, o arreglar los desperfectos de la maquinaria agrícola. Fuentes también fue un pueblo de arrieros, quienes con sus carros de reata trajinaban por varios pueblos con el vino, la paja, las patatas, las castañas o el carbón, entre otros productos.
Por el campo, además de los labradores y pastores, envueltos en sus capas pardas o bajo el gran paraguas, no era difícil encontrarse con el guarda, vigilante de que las normas establecidas y el respeto a las propiedades se cumplieran. Había también otros pastores de ganado, el vaquero, el que diariamente reunía a toque de esquilón a las vacas y terneras en el camino molino para llevarlas a la becera, o se quedaban con ellas durante la noche en los corrales de la pradera.
Relacionados con la iglesia también hubo oficios hoy desaparecidos, como el de sacristán, que además de tocar las campanas para avisar de la hora de misas y oficios, ayudaba en su celebración, o el enterrador, encargado de hacer la fosa para el último difunto y mantener adecentado el cementerio. Y durante muchos años también hubo presencia en Fuentes de miembros de la guardia civil, con su casa-cuartel frente al caño viejo, hoy viviendas particulares.
Pescadores, maestros albañiles, mieleros, disecadores, pregoneros, telefonistas-telegrafistas, taxistas, músicos, quiosqueros, hueveros, vendedores ambulantes, camineros, capataces, criados, jornaleros, tractoristas, criadores de palomas, avicultores, transportistas, pastores de dehesas, guardeses, segadores, comerciantes, escultores, panaderos, drogueros, gaseoseros, ferreteros…, y posiblemente algunas más, eran profesiones y oficios que enriquecían la vida económica y social de Fuentes, la mayoría de ellos hoy tristemente desaparecidos.
A Fuentes, una localidad de bastante población y riqueza agrícola dentro de la comarca, también acudían otros profesionales y oficios de fuera que ofrecían sus servicios. Algunos eran gentes provenientes de muy lejos y, que debido a los medios de transporte entonces utilizados, carros de caballerías, bicicleta o andando, necesitaban estar varios días fuera de su casa y estar alojados. Es por ello que en las posadas y mesones de Fuentes, junto a la carretera, se hospedaban infinidad de personas y profesionales también hoy desaparecidos. El pregonero con su trompetilla era el encargado de dar aviso por las esquinas y plazas de la llegada de estas gentes. Cacharreros de otras localidades que hacían noche en su largo peregrinar por los pueblos aledaños; los capadores de Roa que con su chiflo y su peculiar soniquete hacía inconfundible su presencia; los afiladores de Orense, que desafiando al tiempo y a la distancia, con su carretilla sobre la que iba la rueda de afilar, su chifla y el sonido peculiar que les caracterizaba iban por las calles con su ingenio rodante y su pequeño taller esperando las tijeras, tranchetes o cuchillos para afilar. Buhoneros con mil y una baratijas y lentes para la vista; los trilleros de Cantalejo, que a golpe de mazo incrustaban las piedras de silex en los trillos ante la llegada del verano, recorriendo eras y casetas; los silleteros de Castroverde, reparando las sillas y sillones de enea; los pellejeros de Villarramiel; los saqueros y sus sacos de angeo, los fruteros y pescateros de Villalón; los poceros para limpiar o hacer los numerosos pozos. Muy populares fueron y son “los de Tordehumos” con su carro de varas primeramente y su furgoneta en época más moderna ofreciendo colchas, sábanas o camisas, así como los vendedores de retales y tejidos de Villanueva. Si su dedicación y negocio era el ganado, venían los tratantes y marraneros con lo que el regateo era la forma de ganarse de más unas pesetillas; los que frecuentaban Fuentes en época próxima a la vendimia era los cesteros y talegoneros que con sus mimbres y su navaja elaboraban con rapidez y habilidad los cestos y talegas para recoger la uva y transportarla a los zarceros de las bodegas del pueblo o se llevaban a la báscula del comprador con destino a las bodegas gallegas; o aquellos hojalateros y quincalleros cuyo trabajo era vender calderos, pozaletas o parchear tarteras y pucheros. Muchas profesiones y oficios, y seguro que las personas más mayores aún podrían darnos informaciones de muchos más.
Cuando las necesidades diarias no podían ser cubiertas por los comercios de ultramarinos, los profesionales del pueblo o los venidos de afuera, el recurso o la solución se encontraban siempre los jueves en Benavente, el día de mercao, día y lugar para comprar o para vender.
Todas estas profesiones y oficios son una señal de la importancia de Fuentes en época pasada, de la vitalidad económica y social que inundaba las calles y los establecimientos, de una población numerosa y de la alegría de las calles por las que correteaban los chicos y chicas a la salida de las escuelas respectivas. Toda una riqueza cultural y económica que no debemos dejar en el olvido y que tal vez de alguna manera debería quedar como testimonio permanente a las generaciones venideras.
Foto: Iglesia de San Pedro, en Fuentes de Ropel.
* Natural de Fuentes de Ropel. http://zaragozaciudad.net/dimas/
Autor del Libro: Crecer, obedecer, comabtir y morir. Fascistas italianos en la Guerra Civil española. Zaragoza, 2006. Institución Fernando el Católico.
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