La tradición de Gigantes y Cabezudos (y III)
GIGANTES Y CABEZUDOS EN LAS FIESTAS DE BENAVENTE
Por Juan Carlos de la Mata Guerra
Los Gigantes en el Corpus de Benavente durante los siglos XVII y XVIII
Con posterioridad; ya en los siglos XVII y XVIII, si bien se mantiene la mayoría de los componentes de esta celebración cual son los gigantes, estos adquieren otra dimensión y se extienden a las fiestas barrocas que tienen lugar en Benavente en honor de sus Condes e incluso en celebraciones ocasionales de júbilo. La presencia de estas comparsas en actos públicos de carácter religioso, se restringe a partir de la implantación de las ideas ilustradas en el reinado de Carlos III, si bien en algunos lugares como Benavente la costumbre estaba particularmente arraigada y la orden no causó un efecto inmediato, sino que con el transcurrir de los años las apariciones de estos grandes muñecos o gigantones fueron cada vez más escasas o restringidas a determinadas funciones y momentos. En las cuentas de la mayordomía de fiestas de 1694 a 1686 se hace constar el gasto de “Gigantes y Gigantones”: “doszientos once reales y medio que por libranza de diez y seis de junio del año ochenta y zinco pago dicho Antonio Gutierrez al maestro que hizo las cabezas de los gigantes en Valladolid y el resto de ellas y un par de manos, nuevas partes y viajes, y otras cosas como de dicha libranza consta”. En 1688 en el cargo y data de propios ofrecido rendido por Ignacio Palacios se hace constar los siguientes gastos: “de componer los sombreros de los gigantes catorce reales”, “ocho reales que se dieron a Benito para dar de almorzar a los que llevaron los gigantes”. En el siglo XVIII continúan apareciendo entre los gastos de la fiesta con frecuencia los relacionados con los Gigantes. Así en 1760 se señalan “cuatro reales que se dieron por orden del señor comisario de fiestas por el trabajo de bailar, ocho reales de peinar las pelucas de los gigantes en que entran dos reales que se dieron a Francisco Salgado por tenerlos...”.
Evolución de la tradición gigantera
A partir del siglo XIX y a causa en parte de los excesos que se cometen durante estas representaciones seudo religiosas pero también a causa de las nuevas corrientes de pensamiento, críticas contra estas formas arcaicas de expresión festivo-religiosas. La procesión del Corpus pierde con ello gran parte de sus componentes profanos y lúdicos. Así los tradicionales “Gigantes” son apartados de las procesiones y pasan a formar parte de otras nuevas fiestas y celebraciones profanas, como son las Ferias y Fiestas de Septiembre que tienen un marcado acento mercantil y lúdico. No obstante la algarabía y contento popular que suscita el triunfo sobre las tropas napoleónicas a comienzos del siglo XIX, en contraría nuevamente en estos personajes alegóricos una manifestación de alborozo callejero, reavivándose en parte la antigua costumbre de las comparsas de “gigantes y cabezudos”, aunque apartadas ya de toda implicación y connotación religiosa. Ya en este siglo XX se incorporaran también como un acto festivo destinado especialmente a la infancia dentro de la programación matinal de las Fiestas del Corpus, pero desvinculadas totalmente de la procesión. Ahora que un siglo concluye y otro está apunto de comenzar parece como si nuevos bríos y esperanzas se unieran por recuperar valiosas tradiciones como la de los “Gigantes y Cabezudos”, en un mundo que continua necesitando como siempre de grandes dosis de ilusión y fantasía.
Desde hace algunos años se intenta revitalizar esta antigua tradición de los “Gigantes y Cabezudos”, todo ello tras un periodo de mal entendida modernidad en que se desatendió esta faceta cultural y festiva que tuvo en otro tiempo en la localidad un marcado arraigo. En la actualidad, tras la renovación de éstos hace unos años, componen el grupo de gigantes, ya que algunos se habían deteriorado y en algún caso “extraviado”, los siguientes gigantes: Dulcinea y Don Quijote, El Conde don Alonso Pimentel y su esposa la condesa Doña Ana de Velasco, acompañados de los Cabezudos: La Bruja, El Monstruo, Popeye el Marino, El Capitán o Alguacil, El Bandolero, etc., que han venido a renovar y actualizar a los personajes o rostros tradicionales, más en consonancia con los personajes que son populares y reconocibles entre la chavalería de hoy día aunque ello suponga una ruptura con las representaciones de otros tiempos. Pero sin volver la vista muy atrás, por nuestras calles desfilaron al menos hasta los años setenta gigantes como El Rey, La Reina, El Moro, La Negra y una representativa galería de “Cabezudos”.
Con posterioridad; ya en los siglos XVII y XVIII, si bien se mantiene la mayoría de los componentes de esta celebración cual son los gigantes, estos adquieren otra dimensión y se extienden a las fiestas barrocas que tienen lugar en Benavente en honor de sus Condes e incluso en celebraciones ocasionales de júbilo. La presencia de estas comparsas en actos públicos de carácter religioso, se restringe a partir de la implantación de las ideas ilustradas en el reinado de Carlos III, si bien en algunos lugares como Benavente la costumbre estaba particularmente arraigada y la orden no causó un efecto inmediato, sino que con el transcurrir de los años las apariciones de estos grandes muñecos o gigantones fueron cada vez más escasas o restringidas a determinadas funciones y momentos. En las cuentas de la mayordomía de fiestas de 1694 a 1686 se hace constar el gasto de “Gigantes y Gigantones”: “doszientos once reales y medio que por libranza de diez y seis de junio del año ochenta y zinco pago dicho Antonio Gutierrez al maestro que hizo las cabezas de los gigantes en Valladolid y el resto de ellas y un par de manos, nuevas partes y viajes, y otras cosas como de dicha libranza consta”. En 1688 en el cargo y data de propios ofrecido rendido por Ignacio Palacios se hace constar los siguientes gastos: “de componer los sombreros de los gigantes catorce reales”, “ocho reales que se dieron a Benito para dar de almorzar a los que llevaron los gigantes”. En el siglo XVIII continúan apareciendo entre los gastos de la fiesta con frecuencia los relacionados con los Gigantes. Así en 1760 se señalan “cuatro reales que se dieron por orden del señor comisario de fiestas por el trabajo de bailar, ocho reales de peinar las pelucas de los gigantes en que entran dos reales que se dieron a Francisco Salgado por tenerlos...”.
Evolución de la tradición gigantera
A partir del siglo XIX y a causa en parte de los excesos que se cometen durante estas representaciones seudo religiosas pero también a causa de las nuevas corrientes de pensamiento, críticas contra estas formas arcaicas de expresión festivo-religiosas. La procesión del Corpus pierde con ello gran parte de sus componentes profanos y lúdicos. Así los tradicionales “Gigantes” son apartados de las procesiones y pasan a formar parte de otras nuevas fiestas y celebraciones profanas, como son las Ferias y Fiestas de Septiembre que tienen un marcado acento mercantil y lúdico. No obstante la algarabía y contento popular que suscita el triunfo sobre las tropas napoleónicas a comienzos del siglo XIX, en contraría nuevamente en estos personajes alegóricos una manifestación de alborozo callejero, reavivándose en parte la antigua costumbre de las comparsas de “gigantes y cabezudos”, aunque apartadas ya de toda implicación y connotación religiosa. Ya en este siglo XX se incorporaran también como un acto festivo destinado especialmente a la infancia dentro de la programación matinal de las Fiestas del Corpus, pero desvinculadas totalmente de la procesión. Ahora que un siglo concluye y otro está apunto de comenzar parece como si nuevos bríos y esperanzas se unieran por recuperar valiosas tradiciones como la de los “Gigantes y Cabezudos”, en un mundo que continua necesitando como siempre de grandes dosis de ilusión y fantasía.
Desde hace algunos años se intenta revitalizar esta antigua tradición de los “Gigantes y Cabezudos”, todo ello tras un periodo de mal entendida modernidad en que se desatendió esta faceta cultural y festiva que tuvo en otro tiempo en la localidad un marcado arraigo. En la actualidad, tras la renovación de éstos hace unos años, componen el grupo de gigantes, ya que algunos se habían deteriorado y en algún caso “extraviado”, los siguientes gigantes: Dulcinea y Don Quijote, El Conde don Alonso Pimentel y su esposa la condesa Doña Ana de Velasco, acompañados de los Cabezudos: La Bruja, El Monstruo, Popeye el Marino, El Capitán o Alguacil, El Bandolero, etc., que han venido a renovar y actualizar a los personajes o rostros tradicionales, más en consonancia con los personajes que son populares y reconocibles entre la chavalería de hoy día aunque ello suponga una ruptura con las representaciones de otros tiempos. Pero sin volver la vista muy atrás, por nuestras calles desfilaron al menos hasta los años setenta gigantes como El Rey, La Reina, El Moro, La Negra y una representativa galería de “Cabezudos”.
Fotos: Don Quijote y Dulcinea, gigantes de Benavente.
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