La tradición de Gigantes y Cabezudos
GIGANTES Y CABEZUDOS EN LAS FIESTAS DE BENAVENTE (II)
Foto: Desfile de Gigantes y cabezudos el sábado pasado en las calles de Benavente.
Por Juan Carlos de la Mata Guerra
Gigantes y cabezudos
Son sin duda en los Gigantes y cabezudos los figurantes de este cortejo que más se identifican con aproximan a los personajes de nuestros actuales festejos. Las comparsas de gigantes y enanos cabezudos tuvieron significados distintos en el pasado, llegando a alcanzar destacado protagonismo en los actos religiosos de carácter conmemorativo. Su origen podría estas en los elementos festivos y moralizantes que algunos pueblos utilizaban en las ceremonias solsticiales de la época celta; simbolizando diversas calamidades que aquejaban a la comunidad. Su incorporación a las fiestas cristianas, y concretamente a la celebración del Corpus, tiene su razón de ser, precisamente, en el carácter ejemplarizante del desfile público y como representación de la humillación que se da a los “enemigos”; representados éstos como seres deformes de enorme cabezota y gesto grotesco, y que vienen a ser alegorías de la maldad, la idolatría y el pecado. Es por ello, que encabezan el desfile o cortejo, ocupando los lugares más alejados de la custodia o de la imagen principal que preside; en lugar de honor, la procesión y comitiva.
El esplendor de esta celebración eucarística del Corpus durante los siglos XVI y XVII lleva consigo un desarrollo deslumbrante de este tipo de figuras alegóricas o simbólicas. Sirviendo estas figuras para ofrecer a los espectadores también las últimas novedades en las modas en el vestir a través de la evolución de sus atuendos. Así es frecuente que figuren en las partidas de gastos de la festividad de las fiestas del Corpus en Benavente, ya desde los siglos XV y XVI. Así se detallan los constantes reparos, aderezo de vestimentas, pelucas y adornos de los gigantes, así como las propinas a los mozos que los portaban y bailaban. Existían al menos seis gigantes tal y como testimonian los documentos de la época: “de seis mozos, que llevaron los seis gigantes, a seis reales cada uno por víspera y día...”,“ más di al dicho portero de orden del señor comisario de fiestas doce reales para el almuerzo de los que llevaron los gigantes”.
Otros componentes del desfile en los cuales podemos reconocer aún hoy algunas reminiscencias entre los personajes que forman la galería de gigantes, gigantillas y cabezudos, son las Damas o Madamas, que en Benavente desfilaban en número de cuatro y eran figuras o representaciones diferentes a los gigantes según se especifica en las cuentas: “mas pagué a cuatro personas que llevaron las damas a razón de cuatro reales”. Estos personajes y elementos festivos que permanecieron fijos durante siglos como elementos de la fiesta perdieron con el paso del tiempo el significado original para el que nacieron y se perpetuaron hasta nuestros días de una forma casi mimética pero fuera de su contexto. Los músicos, atabales, tamborileros y danzantes junto a otros personajes de oropel acompañaban a este escenario ambulante. Muy probablemente estos personajes en muchos casi prototípicos que son nuestros actuales gigantes y cabezudos, no son sino un remedo de una significación más profunda que se ha perpetuado por tradición durante siglos, cual si fueran iconos populares que han llegado hasta nosotros como un trasunto de un saber y de unas formas culturales que se remontan al menos cinco siglos atrás.
Son sin duda en los Gigantes y cabezudos los figurantes de este cortejo que más se identifican con aproximan a los personajes de nuestros actuales festejos. Las comparsas de gigantes y enanos cabezudos tuvieron significados distintos en el pasado, llegando a alcanzar destacado protagonismo en los actos religiosos de carácter conmemorativo. Su origen podría estas en los elementos festivos y moralizantes que algunos pueblos utilizaban en las ceremonias solsticiales de la época celta; simbolizando diversas calamidades que aquejaban a la comunidad. Su incorporación a las fiestas cristianas, y concretamente a la celebración del Corpus, tiene su razón de ser, precisamente, en el carácter ejemplarizante del desfile público y como representación de la humillación que se da a los “enemigos”; representados éstos como seres deformes de enorme cabezota y gesto grotesco, y que vienen a ser alegorías de la maldad, la idolatría y el pecado. Es por ello, que encabezan el desfile o cortejo, ocupando los lugares más alejados de la custodia o de la imagen principal que preside; en lugar de honor, la procesión y comitiva.
El esplendor de esta celebración eucarística del Corpus durante los siglos XVI y XVII lleva consigo un desarrollo deslumbrante de este tipo de figuras alegóricas o simbólicas. Sirviendo estas figuras para ofrecer a los espectadores también las últimas novedades en las modas en el vestir a través de la evolución de sus atuendos. Así es frecuente que figuren en las partidas de gastos de la festividad de las fiestas del Corpus en Benavente, ya desde los siglos XV y XVI. Así se detallan los constantes reparos, aderezo de vestimentas, pelucas y adornos de los gigantes, así como las propinas a los mozos que los portaban y bailaban. Existían al menos seis gigantes tal y como testimonian los documentos de la época: “de seis mozos, que llevaron los seis gigantes, a seis reales cada uno por víspera y día...”,“ más di al dicho portero de orden del señor comisario de fiestas doce reales para el almuerzo de los que llevaron los gigantes”.
Otros componentes del desfile en los cuales podemos reconocer aún hoy algunas reminiscencias entre los personajes que forman la galería de gigantes, gigantillas y cabezudos, son las Damas o Madamas, que en Benavente desfilaban en número de cuatro y eran figuras o representaciones diferentes a los gigantes según se especifica en las cuentas: “mas pagué a cuatro personas que llevaron las damas a razón de cuatro reales”. Estos personajes y elementos festivos que permanecieron fijos durante siglos como elementos de la fiesta perdieron con el paso del tiempo el significado original para el que nacieron y se perpetuaron hasta nuestros días de una forma casi mimética pero fuera de su contexto. Los músicos, atabales, tamborileros y danzantes junto a otros personajes de oropel acompañaban a este escenario ambulante. Muy probablemente estos personajes en muchos casi prototípicos que son nuestros actuales gigantes y cabezudos, no son sino un remedo de una significación más profunda que se ha perpetuado por tradición durante siglos, cual si fueran iconos populares que han llegado hasta nosotros como un trasunto de un saber y de unas formas culturales que se remontan al menos cinco siglos atrás.
(Continuará)
Foto: Desfile de Gigantes y cabezudos el sábado pasado en las calles de Benavente.
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