La Otra Voz de Benavente y Los Valles

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martes, febrero 13, 2007

El silbato

CUATRO AÑOS DESPUÉS
Por Juan S. Crisóstomo

Cuando José María Aznar declaró que en Irak había armas de destrucción masiva, lo hizo con la solemnidad de su cargo de presidente del Gobierno. Antepuso el “créanme”, como si estuviera pidiendo a la sociedad española un acto de fe. Al menos en una docena de ocasiones, entre intervenciones en el Congreso de los Diputados, ruedas de prensa o declaraciones ante los medios informativos, el presidente Aznar afirmó con rotundidad que el régimen iraquí poseía armas de destrucción masiva.
Una de ellas, el 13 de febrero de 2003, hace ahora exactamente cuatro años, Aznar era entrevistado en Antena 3 TV por Ernesto Sanz de Buruaga. Entonces afirmó: "Puede usted estar seguro, y pueden estar seguras todas las personas que nos ven, de que les estoy diciendo la verdad: el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva, tiene vínculos con grupos terroristas y ha demostrado a lo largo de la historia que es una amenaza para todos".
Cuatro años después, el país de la antigua Babilonia está mucho peor que entonces, cuando los tres jinetes del Apocalipsis –realmente fueron cuatro si añadimos su anfitrión en las Azores- decidieron llevar la guerra al corazón mesopotámico.
Parece que fue ayer, pero desde entonces, han muerto decenas de miles de civiles iraquís, miles de soldados norteamericanos y varios cientos de soldados británicos, entre otros.
“Les estoy diciendo la verdad”, pontificaba Aznar en las vísperas de una guerra decidida. Cuatro años después, tras el reconocimiento expreso de Bush y Blair, José María Aznar ha reconocido que no había armas de destrucción masiva. La destrucción, por contra, la provocó la invasión decidida en las Azores, en donde él fue uno de los tres protagonistas.
Pero, ¿qué es lo que querían decir con lo de “armas de destrucción masiva”?. Según el diccionario de la RAE, el adjetivo “masivo” se aplica a algo en gran cantidad o, también, en Física, a algo que tiene una masa concentrada. Parece que ni una cosa ni otra había en Irak.
La desastrosa gestión del “Prestige” y sus “hilillos de plastilina” no fue nada comparada con una de las mayores tragedias de finales del siglo XX, que sabemos como ha empezado, pero no como conlcuirá. El suelo iraquí se ha sembrado de bombas y de minas, pero también de odio, que quién sabe cuando desaparecerá. Ese fue el gran error de Aznar y de Rajoy: apoyar la decisión de embarcar al mundo en una guerra de la que no sabemos su final.
Ahora que Aznar ha reconocido que en Irak no había armas de destrucción masiva ¿irá el ex presidente del Gobierno a aquel país a entrevistarse con las familias que han perdido un ser querido y pedirá perdón públicamente, cubierto de ceniza, en la mezquita mayor de Bagdad?. Nadie espera eso, pero sí, al menos, una muestra, aunque fuera pequeña, de arrepentimiento. No parece que Aznar, ni tampoco Rajoy, estén por esta labor. El orgullo les puede y el hermetismo les ciega.