El silbato
EL BANQUETE
Por Juan S. Crisóstomo
Por Juan S. Crisóstomo
A ver, a ver... El banquete del Día de la Provincia costó 107 euros por barba; naturalmente no a los invitados, que quien pagó fue la Diputación de Zamora, o sea, todos los ciudadanos.
Fíjense, andan discutiendo si son galgos o podencos, esto es, si el menú fue caro o barato. A mí me parece una salvajada, con perdón, sobre todo por tratarse de dineros públicos.
Miren, en mi Facultad, aquí en Pucela, con 107 euros tengo yo para 25 comidas. Sí, es verdad. Un bono de 20 comidas cuesta 80 euros, lo mismo en la Facultad de Filosofía y Letras que en la de Medicina. Y comiendo dos platos. Les dejo aquí el enlace para que se lo crean.
Que digo que está bien eso de celebrar el Día de la Provincia, que no hace daño a nadie. Ahora, que eso no sirva sólo para promocionar a la candidata a la alcaldía del PP por Zamora o para llenar la panza a costa del erario público, cuando hay tantos agujeros que tapar, esto es, tantas necesidades. Échenle de comer, pongamos, a los baches de las carreteras, que esos tienen buen estómago. A tenor de los agujeros que tienen y que cualquier –sin salir de casa- puede ver el blog de Las Carreteras de Zamora, se diría que las vías de la red provincial pasan hambre de asfalto. Es cierto, las carreteras de la provincia están tan hambrientas que nadie se acuerda de ellas; nadie me refiero al presidente, Martínez Maíllo, o al diputado de la cosa –o de la casa-, que tanto monta, Pablo Rubio.
Escuálidas carreteras y orondos regidores o, mejor, orondas las arcas de una Diputación que se permite el lujo de gastarse más de 50.000 euros en el banquete provincial. Ni que fueran las bodas de Camacho.
El presidente Maíllo ha dicho, con sorna, que lo único que no era de Zamora era el “bacalado”. Gracioso el chico. Cualquier día –lo estoy viendo- este hombre se organiza una viaje a los bancos del Mar del Norte a presenciar la pesca de este pez teleósteo, lo mismo que se va a Japón, a Buenos Aires; lo mismo que se va a las ferias de turismo de media España. Eso sí, aunque las pernoctaciones en nuestra provincia sigan bajando.
De por aquí, ¡qué les voy a contar! Les aseguro que no soy uno de los afortunados adjudicatarios de viviendas de promoción pública de la Junta de Castilla y León en Valladolid. Mi padre, por si no lo saben, no ha sido delegado del Gobierno de Aznar, ni es monje, ni consejero de la Junta, ni alcalde de Valladolid. Mi padre vive en Benavente, tiene un piso de 90 metros cuadrados y yo vivo en un piso de alquiler en Pucela con otros estudiantes. No tengo renta alguna propia, luego no podría, aunque hubiera querido, optar a los flamantes pisos que distribuye rumbosamente la Junta.
Entre banquetes, adjudicaciones de pisos millonarios y viajes continentales pasa la vida, como la corriente por el Órbigo. Que no cambie nada, para que todo siga igual. ¡Ay, Heráclito, ¿dónde te has metido?
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