La polis
VINIERON DE ZAMORA
Por Jesús Cuadrado
En los últimos 100 años la provincia de Zamora se ganó a pulso estar a la cola de Castilla y León, y de España. ¿Por qué? Está en los libros; hay buenos estudios sobre el tema. La clave está en la sociedad clientelar construida tenazmente por un siglo de ifezas zamoranos. Una sociedad en la que la pelea no es por crear actividad económica, por impedir el cierre de una fábrica, sino por “ver qué cae”. Los ifezas de Zamora, sí, pero no sólo los ifezas mayores, también los ifezas menores, decisivos para perpetuar el subdesarrollo zamorano. Desde que los ifezas han intensificado el ataque a Benavente o, al revés, desde que Benavente dijo hasta aquí hemos llegado, el interés de la mediocridad zamorana está centrado en usar ifezas menores con apariencia de izquierdosos. Método simple; les mandan por delante, sea para inventarse un vergonzante “Zamora exige” (recuerden el plan de choque y a los pequeños ifezas domesticados) o un trabajo de brega contra el ayuntamiento de Benavente, que ya no adjudica las obras “siempre al mismo”. ¿Cómo saben los ifezas menores qué deben hacer? Igual que en las historias de espías reciben los encargos en los anuncios de los periódicos. ¿Le dan pena? No se fíe; son tontos, pero peligrosos. Muerden por poco pan, pero muerden. Les envían de Zamora para que no se sientan solos, el corresponsal, el concejal y el arquitecto; ifecitas de aquí.
Por Jesús Cuadrado
En los últimos 100 años la provincia de Zamora se ganó a pulso estar a la cola de Castilla y León, y de España. ¿Por qué? Está en los libros; hay buenos estudios sobre el tema. La clave está en la sociedad clientelar construida tenazmente por un siglo de ifezas zamoranos. Una sociedad en la que la pelea no es por crear actividad económica, por impedir el cierre de una fábrica, sino por “ver qué cae”. Los ifezas de Zamora, sí, pero no sólo los ifezas mayores, también los ifezas menores, decisivos para perpetuar el subdesarrollo zamorano. Desde que los ifezas han intensificado el ataque a Benavente o, al revés, desde que Benavente dijo hasta aquí hemos llegado, el interés de la mediocridad zamorana está centrado en usar ifezas menores con apariencia de izquierdosos. Método simple; les mandan por delante, sea para inventarse un vergonzante “Zamora exige” (recuerden el plan de choque y a los pequeños ifezas domesticados) o un trabajo de brega contra el ayuntamiento de Benavente, que ya no adjudica las obras “siempre al mismo”. ¿Cómo saben los ifezas menores qué deben hacer? Igual que en las historias de espías reciben los encargos en los anuncios de los periódicos. ¿Le dan pena? No se fíe; son tontos, pero peligrosos. Muerden por poco pan, pero muerden. Les envían de Zamora para que no se sientan solos, el corresponsal, el concejal y el arquitecto; ifecitas de aquí.
En los últimos tiempos los ifezas menores llevan incorporado un disco zumbón, simple, útil para cualquier baile: “el PSOE y el PP son iguales” (así que vote usted a los de siempre). Es el trabajo sencillo que se le encargaría a las termitas; sin riesgos de error; un trabajo para memos. ¿Creación del hospital de Benavente? Se hacen los tontos; ellos no saber y, en caso de duda, dicen lo mismo que el PP: que el PSOE prometió hacer el hospital y no lo hace, que la Junta quiere mejorar la sanidad de Benavente y no les dejan, que unos y otros… Lo que dice el PP. Para qué tener información y opinión propia. “Yo tonto, yo no saber”. Ellos sólo les hacen el trabajo sucio, el que les permite, a los que se llevaban todas las obras cuando gobernaba el PP aquí, sacar un comunicado que le lave la cara al consejero antihospital. Como si fuera la primera vez. Benavente está doctorada en este tipo de maniobras zascandiles: ¡Payasadas! Si usted fuera consejero de Sanidad, interesado en ganarle la batalla del Hospital a Benavente, ¿qué intentaría? Tiene razón, justamente lo que están haciendo éstos: diluir la reivindicación para que ya nadie sepa de qué va esto. No lo conseguirán. Benavente es fuerte y sabe lo que quiere. ¡Inventad otra!
¿Los ifezas menores? ¡Qué pena!
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