La Otra Voz de Benavente y Los Valles

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jueves, julio 10, 2008

Artículo de Opinión

UNA MALA NOTICIA. EL CIERRE DE LOS MULTICINES
Por Juan Carlos López Domínguez

No todas las formas de ganarse la vida son dignas. Piensen ustedes tan solo en los traficantes de órganos de infantes para darse cuenta de la verdad de esa afirmación. La indignidad llevada al paroxismo. Tenemos suerte de que entre nosotros no haya muchos de esa índole. Sin embargo, como los grados de la indignidad son muchos, sí que contamos con especuladores inmobiliarios y monetarios, funcionarios que prevarican, timadores de toda laya, comerciantes sin escrúpulos, explotadores recalcitrantes y trabajadores que no "dan palo al agua". El criterio para considerarlos indignos no es maximalista, es de mínimos: no coadyuvan un ápice en el incremento de la utilidad, del bienestar común. Es más, reman en la dirección contraria, reman contra la mayoría de nosotros, que a la vez que trabajamos para pagarnos la hipoteca y la ropa de los niños hacemos más habitable nuestra ciudad; tratamos de irnos quitando de encima impedimentos para que nosotros mismos y nuestros vecinos puedan acercarse cada vez más a la idea de felicidad que cada cual considere apropiada.
Es este lado, en el de los buenos, hay legión. Me encanta el comerciante que me invita a un vino mientras me planchan la camisa que le acabo de comprar y la enfermera del Centro de Salud que une a su profesionalidad contrastada una atención al paciente digna de príncipes. Me fascinan esos cientos de kilos de frejoles que los agricultores de nuestra comarca -con un trabajo encomiable- ponen en el mercado de "virgen a virgen". No tengo elogios suficientes para la maestra de mi hija, que a su capacidad pedagógica y científica sumaba la misma ternura que seguramente dispensaba a su propia hija.
Estos reman con nosotros. Como lo hacía Justina Rodriguez Pastor en los Multicines Benavente, que acaba de cerrar sus puertas. Un pueblo inteligente debe lamentar la desaparición de su cine de la misma forma que cuando se cierra una escuela. Una ciudad sin cine es menos ciudad, nos aleja de nuestro ideal de convivencia, de cultura y de placer, y nos hace más bárbaros. La rentabilidad económica de esos cines -fuera la que fuese- no es comparable a su utilidad social, que era incuestionable. Un pueblo consciente y libre no puede permitirse el lujo de prescindir de un medio de transmisión cultural, de encuentro social, de disfrute colectivo como es el cine. Y de esto tienen que tomar nota nuestras autoridades locales. Deben tomar nota. Deben remar en la dirección adecuada.
Nos hemos quedado sin ver la última de Indiana Jones, de Steven Spielberg y George Lucas -grandes creadores de sueños-. La luz que salía del proyector atravesando los fotogramas de la tetralogía de "Indi" generaba en nuestro cerebro tanta serotonina -la hormona del placer- como la luz solar. Ahora sin cine, cuidado con el cáncer de piel.

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