La Otra Voz de Benavente y Los Valles

Otra voz, otra opinión, otra manera de ver y contar la realidad. -------- Año VIII. 2014

martes, marzo 13, 2007

El silbato

"UNA TARDE BONITA"
Por Juan S. Cristóstomo

La manifestación de la tarde del 10 de marzo fue para Rajoy “hermosa, bonita y alegre”. Rajoy no se acordó de los muertos del 11-M. ¡Pobres muertos! Mientras que para el líder del Partido Popular la del sábado fue una de esas tardes “serenas y alegres” muchas familias todavía sienten la ausencia de los que se fueron para siempre hace ahora tres años. No se qué color tendría la tarde la víspera de la tragedia, pero seguro que para los que perdieron a los suyos en aquellos trenes de la muerte, la tarde del 10 de marzo de 2007, no fue precisamente ni “hermosa ni bonita”.
Y es que mientras esto pasaba en una tarde de marzo, alrededor de Rajoy, otros muchos no han parado de recordar. Al tiempo que unos perdían la memoria, otros muchos sabían que al día siguiente se conmemoraban tres años de los terribles atentados de los trenes madrileños. La esperanza se fue. El dolor permaneció. Pese a todo, para Rajoy la tarde del sábado deparó una manifestación “bonita”. El líder del PP no tuvo una sola palabra de recuerdo para la tragedia. Tal vez, si se hubiera acordado, la tarde no hubiera sido tan “bonita”. Pero Rajoy no estaba para pensar en los muertos del 11-M. Tanto esfuerzo de su partido para movilizar a 300.000 manifestantes, que la memoria debió actuar de manera selectiva.
La tarde del sábado fue “uno de los días más bonitos” de su vida, en palabras del propio líder de la oposición. Hemos de creer a Rajoy, sin duda, pues como Bruto, “es un hombre honrado” cuando afirma que la manifestación le pareció “hermosa, bonita y alegre”, al tiempo de “serena, tranquila, pacífica y hermosa”.
Por mi parte, déjenme, al menos, el beneficio de la duda. No quisiera pasar por traidor, si manifiesto mis dudas sobre la bonanza y la hermosura de la tarde, cuando el recuerdo hace viva la tragedia. Permítanme dudar que una tarde sea “serena, tranquila y pacífica”, cuando se lanzan gritos de “Zapatero al paredón” o se insulta a los periodistas que cubrían la información. Pero en fin, allí estaban los “españoles de bien”, las “personas decentes”, -en palabras de un Rajoy exultante, feliz y dichoso, de modo que los indecentes nos debimos -como es mi caso, quedar en Valladolid- o en otras ciudades y pueblos de la geografía española.
Dejando a un lado la rapiña de los símbolos: la bandera española, el himno nacional o la canción de “Libertad sin ira”, la tarde del 10 de marzo dividió a un país entre “decentes” -unos 300.000- e indecentes –el resto-, por no haber estado en la plaza de Colón. Es un estigma que llevaremos clavado para los que, como yo, la tarde del sábado día 10 de marzo, fue una de esas tardes normales, en las que la vida continúa.