Artículo de opinión
LA CHICHARRA
por José Mª Lebrero Vecino *
por José Mª Lebrero Vecino *
Cosas mías
El comercio benaventano anda un poco revuelto; especialmente el del centro de la ciudad. Y cuando algo no va bien, hay que echarle la culpa a alguien. En este caso, la imputación ha recaído en el equipo de gobierno del ayuntamiento de Benavente; su error, según ellos, ha sido seguir incrementando las calles con zona azul. Algo, por cierto, que estaba ya proyectado en la legislatura anterior. Están convencidos que esto merma sus ya deterioradas ventas; pero, uno aún retiene en los pliegues de la memoria cómo hace años, incluso cuando aún no existía la zona azul, ya oíamos la misma cantinela. No hay clientes. (Bueno sería conservar los pocos que hay).
Para llorar se necesita algo más que un pañuelo, y algunos comerciantes, han encontrado en el ayuntamiento el motivo ideal (por lo tanto no real) para verter sus desconsoladas lágrimas. Y con más voluntad que entendimiento, le piden que paralice la instalación de más calles con zona azul; otros, demandan más aparcamientos en la Plaza Mayor (el parking subterráneo está siempre prácticamente vacío); los hay que solicitan que por la calle la Rúa vuelvan a circular los coches en horario de comercio. ¿Se imaginan, por ejemplo, que dirían los dueños de los comercios de Santa Clara en Zamora capital, si desde el ayuntamiento se decidiera que esta calle dejara de ser peatonal?
Se me ocurre pensar (no me hagan mucho caso, son simples pensamientos, cosas mías) que a lo peor el problema está detrás del mostrador. Ya digo, es un pensamiento, ni tan siquiera llega a la categoría de sospecha, pero...
Nada, cosas mías; que pensaba yo, que a veces más de un problema del comercio benaventano se podría solucionar con una simple sonrisa: esa expresión facial que consiste en echar los labios hacia atrás de forma relajada, transmitiendo una impresión positiva y de confianza. Este lenguaje no verbal necesita que se divulgue por algunos comercios y bares. Ese simple movimiento de labios suele ser aceptado universalmente como portador de aptitudes amistosas.
¿Quién no ha sentido la mirada clavada en la espalda en forma de cuchillo cuando se va de una tienda sin comprar nada? El arriba firmante más de una vez, y dos, y tres... Claro que cuando eso sucede ya no me vuelven a ver el pelo más por allí.
Al igual que la palabra hablada, el habla corporal es un lenguaje que fluye con su propio ritmo, vocabulario y gramática. En algunos comercios, y cada vez con más frecuencia en los bares, este gesto facial brilla por su ausencia, le falta cauce para mojar con unas gotas de simpatía al cliente que ha decidido entrar en su negocio. Parecen simples tenderos. ¡Ah!, y lo de algunos taberneros raya lo insólito, parece que te están perdonando la vida porque te sirven un vino. ¡Oiga, que se lo voy a pagar!
Puede que sólo sea cuestión de educación, profesionalidad, o cosas mías, no lo sé; pero somos más de dos los que pensamos así.
¿Cuesta tanto una sonrisa?
El comercio benaventano anda un poco revuelto; especialmente el del centro de la ciudad. Y cuando algo no va bien, hay que echarle la culpa a alguien. En este caso, la imputación ha recaído en el equipo de gobierno del ayuntamiento de Benavente; su error, según ellos, ha sido seguir incrementando las calles con zona azul. Algo, por cierto, que estaba ya proyectado en la legislatura anterior. Están convencidos que esto merma sus ya deterioradas ventas; pero, uno aún retiene en los pliegues de la memoria cómo hace años, incluso cuando aún no existía la zona azul, ya oíamos la misma cantinela. No hay clientes. (Bueno sería conservar los pocos que hay).
Para llorar se necesita algo más que un pañuelo, y algunos comerciantes, han encontrado en el ayuntamiento el motivo ideal (por lo tanto no real) para verter sus desconsoladas lágrimas. Y con más voluntad que entendimiento, le piden que paralice la instalación de más calles con zona azul; otros, demandan más aparcamientos en la Plaza Mayor (el parking subterráneo está siempre prácticamente vacío); los hay que solicitan que por la calle la Rúa vuelvan a circular los coches en horario de comercio. ¿Se imaginan, por ejemplo, que dirían los dueños de los comercios de Santa Clara en Zamora capital, si desde el ayuntamiento se decidiera que esta calle dejara de ser peatonal?
Se me ocurre pensar (no me hagan mucho caso, son simples pensamientos, cosas mías) que a lo peor el problema está detrás del mostrador. Ya digo, es un pensamiento, ni tan siquiera llega a la categoría de sospecha, pero...
Nada, cosas mías; que pensaba yo, que a veces más de un problema del comercio benaventano se podría solucionar con una simple sonrisa: esa expresión facial que consiste en echar los labios hacia atrás de forma relajada, transmitiendo una impresión positiva y de confianza. Este lenguaje no verbal necesita que se divulgue por algunos comercios y bares. Ese simple movimiento de labios suele ser aceptado universalmente como portador de aptitudes amistosas.
¿Quién no ha sentido la mirada clavada en la espalda en forma de cuchillo cuando se va de una tienda sin comprar nada? El arriba firmante más de una vez, y dos, y tres... Claro que cuando eso sucede ya no me vuelven a ver el pelo más por allí.
Al igual que la palabra hablada, el habla corporal es un lenguaje que fluye con su propio ritmo, vocabulario y gramática. En algunos comercios, y cada vez con más frecuencia en los bares, este gesto facial brilla por su ausencia, le falta cauce para mojar con unas gotas de simpatía al cliente que ha decidido entrar en su negocio. Parecen simples tenderos. ¡Ah!, y lo de algunos taberneros raya lo insólito, parece que te están perdonando la vida porque te sirven un vino. ¡Oiga, que se lo voy a pagar!
Puede que sólo sea cuestión de educación, profesionalidad, o cosas mías, no lo sé; pero somos más de dos los que pensamos así.
¿Cuesta tanto una sonrisa?
* José Mª Lebrero es escritor y periodista.
(Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de sus autores).
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