Tradiciones
PLANTAR EL MAYO (2)
por Juan Carlos de la Mata
por Juan Carlos de la Mata
Tradición del “mayo”
Los “mayos” vienen a ser árboles altos, escogidos previamente y talados colectivamente previa autorización o acuerdo común, en muchas ocasiones proceden de los plantíos o terrenos comunales. El “mayo” ha de ser pues un hermoso tronco rematado por una o varias ramas, a falta de estas se corona el madero con un ramo atado. Era costumbre adornarlos profusamente con cintas, guirnaldas y hasta con viandas. En la cima se coloca un muñeco o pelele que viene a simbolizar el espíritu de la vegetación. Incluso en algunos lugares el tronco se remata adrede en dos ramas o caños para colocar dos muñecos, estos son “el mayo” y la “maya”, vestidos de hombre y mujer, en algunos lugares la imaginación popular los hacía matrimoniar entre sí, en otros en cambio para la mujer se utilizaban ropas de niña. Los muñecos se rellenaban de paja, a veces toscamente, así el mayo eminentemente rural de muchas de nuestros pueblos, no diferían mucho de los espantapájaros, utilizándose ropas de deshecho y anudando la acebollada cabeza y extremidades del monigote toscamente. En las villas y aldeas de mayor entidad se cuidaba más el aspecto del muñeco, ropas más llamativas y mayor cantidad de adornos.
El “mayo” en nuestras comarcas
En ciertas comarcas y aldeas de nuestro entorno, como es el caso de Sanabria, se colocaban entorno al muñeco mayo diversos atributos y adornos característicos, simbólicos de la celebración, así se adornaba al muñeco con un collar de cascaras de huevo o se añadía a la figura de la “maya” un cesto con cáscaras de huevo coloreadas, también se solían adornar los “mayos” con cintas y ramas tiernas de árboles como una referencia más al estallido del color y de la naturaleza. El muñeco que hoy encontramos arrinconado de un año para otro en muchos de nuestros pueblos, fue en tiempos un símbolo cuasi sagrado que veía a encarnar y a representar de alguna forma la fecundación de la naturaleza. Al finalizar el mes se descolgaba y quemaba, enterrando sus cenizas o esparciéndolas por campos y sembrados.
Fiesta del “mayo”
Los “mayos” debían colocarse en un lugar público, a la vista de todos, generalmente en la plaza mayor del lugar o la puerta del atrio de la iglesia. Se hincaba o plantaba el mayo el primer día del mes, pues particularmente se celebraba este con desbordada alegría. Al lugar donde se sitúa el “mayo” concurrían los mozos y mozas a holgarse y divertirse con bailes y festejos. Estos júbilos que con el tiempo adquirieron una dimensión lúdica, conservaron sin embargo en algunas partes rastros de su carga simbólica. Así la acción de “mayar” o dar vueltas entorno al mayo obedece a todo un ritual, se efectuaban dichas vueltas por grupos de mozas, que danzando alrededor del mayo en uno u otro sentido siete u ocho veces, entonaban diversas estrofas alusivas a la llegada del mes y a sus virtudes fecundantes. A esta acción de “mayar” acompañaban otras como la de “las rondas”, en la que grupos de mozos y mozas formando grupos o cuadrillas recorren el pueblo haciendo peticiones a los vecinos, quienes correspondían con las más variopintas dádivas. En diversos lugares es una comitiva la que recorre las calles acompañado por gaitas o tamboriles portando el mayo y entonando canciones y estribillos referentes al mayo o a la persona a quienes los rondadores dirigen la petición.
Los “mayos” vienen a ser árboles altos, escogidos previamente y talados colectivamente previa autorización o acuerdo común, en muchas ocasiones proceden de los plantíos o terrenos comunales. El “mayo” ha de ser pues un hermoso tronco rematado por una o varias ramas, a falta de estas se corona el madero con un ramo atado. Era costumbre adornarlos profusamente con cintas, guirnaldas y hasta con viandas. En la cima se coloca un muñeco o pelele que viene a simbolizar el espíritu de la vegetación. Incluso en algunos lugares el tronco se remata adrede en dos ramas o caños para colocar dos muñecos, estos son “el mayo” y la “maya”, vestidos de hombre y mujer, en algunos lugares la imaginación popular los hacía matrimoniar entre sí, en otros en cambio para la mujer se utilizaban ropas de niña. Los muñecos se rellenaban de paja, a veces toscamente, así el mayo eminentemente rural de muchas de nuestros pueblos, no diferían mucho de los espantapájaros, utilizándose ropas de deshecho y anudando la acebollada cabeza y extremidades del monigote toscamente. En las villas y aldeas de mayor entidad se cuidaba más el aspecto del muñeco, ropas más llamativas y mayor cantidad de adornos.
El “mayo” en nuestras comarcas
En ciertas comarcas y aldeas de nuestro entorno, como es el caso de Sanabria, se colocaban entorno al muñeco mayo diversos atributos y adornos característicos, simbólicos de la celebración, así se adornaba al muñeco con un collar de cascaras de huevo o se añadía a la figura de la “maya” un cesto con cáscaras de huevo coloreadas, también se solían adornar los “mayos” con cintas y ramas tiernas de árboles como una referencia más al estallido del color y de la naturaleza. El muñeco que hoy encontramos arrinconado de un año para otro en muchos de nuestros pueblos, fue en tiempos un símbolo cuasi sagrado que veía a encarnar y a representar de alguna forma la fecundación de la naturaleza. Al finalizar el mes se descolgaba y quemaba, enterrando sus cenizas o esparciéndolas por campos y sembrados.
Fiesta del “mayo”
Los “mayos” debían colocarse en un lugar público, a la vista de todos, generalmente en la plaza mayor del lugar o la puerta del atrio de la iglesia. Se hincaba o plantaba el mayo el primer día del mes, pues particularmente se celebraba este con desbordada alegría. Al lugar donde se sitúa el “mayo” concurrían los mozos y mozas a holgarse y divertirse con bailes y festejos. Estos júbilos que con el tiempo adquirieron una dimensión lúdica, conservaron sin embargo en algunas partes rastros de su carga simbólica. Así la acción de “mayar” o dar vueltas entorno al mayo obedece a todo un ritual, se efectuaban dichas vueltas por grupos de mozas, que danzando alrededor del mayo en uno u otro sentido siete u ocho veces, entonaban diversas estrofas alusivas a la llegada del mes y a sus virtudes fecundantes. A esta acción de “mayar” acompañaban otras como la de “las rondas”, en la que grupos de mozos y mozas formando grupos o cuadrillas recorren el pueblo haciendo peticiones a los vecinos, quienes correspondían con las más variopintas dádivas. En diversos lugares es una comitiva la que recorre las calles acompañado por gaitas o tamboriles portando el mayo y entonando canciones y estribillos referentes al mayo o a la persona a quienes los rondadores dirigen la petición.
(Concluirá)
Foto: El "mayo" y la "maya" en Manganeses de la Polvorosa (Emiliano Pérez Mencía).
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