Tradiciones
PLANTAR EL MAYO (1)
por Juan Carlos de la Mata
Entra mayo y sale abril ...
El mes de mayo está lleno de tradiciones que saludan la llegada del buen tiempo, de celebraciones y ritos que celebran cada año el renacer de la naturaleza y el retorno a los trabajos cotidianos en el campo. Plantar el mayo continúa siendo una tradición en varios lugares de la comarca. Viene a suponer un cierto retorno de la naturaleza vivificadora, ya que mayo es el mes de las flores, y por tanto un mes sensual y florido, un mes en el que se recobran cada año ancestrales ritos cargados de simbolismo fecundante.
En toda Europa durante siglos ha sido recibido con grandes manifestaciones de júbilo y de rituales que trataban de potenciar la acción benéfica de la naturaleza. Estos ritos y tradiciones tienen su origen en antiguos cultos paganos que estuvieron muy extendidos en el mundo celta, eran cultos “dendrólatras”, es decir arbóreos. Un eco o recuerdo de estas manifestaciones son “los mayos”, a los que algunos autores y etnólogos hacen derivar de antiguas prácticas iniciáticas, cultos fálicos y de fecundación de la madre tierra. Este sentido mágico y fecundatorio del mayo ha perdido su vigencia, perviviendo únicamente su carácter festivo y lúdico, que se manifiesta entre otras formas en aspectos con son los bailes de mozos y mozas en torno al árbol o en el hecho de prender hogueras durante los jolgorios que tienen lugar para celebrar el “mayo”.
Orígenes de la celebración
Esta tradición de los mayos, afianzada durante siglos, al igual que otras muchas del mundo celta fue probablemente conservada y asimilada mediante un fácil proceso de sincretismo religioso y cultural. El mayo viene a ser desde tiempos remotos el símbolo de la vida primigenia, de la naturaleza que se renueva cíclicamente, un ritual con reminiscencias del mundo céltico. También es sabido que que los romanos celebraban desde tiempos precristianos sus “Ludi Florales”, o fiestas en honor de la diosa Flora. Se celebraban éstas los últimos días de abril y los primeros de mayo, con el fin de impetrar una buena floración en las plantas y evitar la frustración de las cosechas. Consistían estas fiestas principalmente en juegos en los que los concurrentes se vestían de variados colores para imitar la naturaleza que en la primavera viste los campos. Eran éstas fiestas de gran regocijo, que ocupaban también gran parte de la noche y en las que tenían lugar diversas representaciones escénicas y entretenimientos. El mundo cristiano asimiló en parte estas manifestaciones ancestrales, si bien su sentido y carga ritual fue desdibujada en gran medida, prevaleciendo en parte las connotaciones meramente lúdicas y profanas de la misma.
Entra mayo y sale abril ...
El mes de mayo está lleno de tradiciones que saludan la llegada del buen tiempo, de celebraciones y ritos que celebran cada año el renacer de la naturaleza y el retorno a los trabajos cotidianos en el campo. Plantar el mayo continúa siendo una tradición en varios lugares de la comarca. Viene a suponer un cierto retorno de la naturaleza vivificadora, ya que mayo es el mes de las flores, y por tanto un mes sensual y florido, un mes en el que se recobran cada año ancestrales ritos cargados de simbolismo fecundante.
En toda Europa durante siglos ha sido recibido con grandes manifestaciones de júbilo y de rituales que trataban de potenciar la acción benéfica de la naturaleza. Estos ritos y tradiciones tienen su origen en antiguos cultos paganos que estuvieron muy extendidos en el mundo celta, eran cultos “dendrólatras”, es decir arbóreos. Un eco o recuerdo de estas manifestaciones son “los mayos”, a los que algunos autores y etnólogos hacen derivar de antiguas prácticas iniciáticas, cultos fálicos y de fecundación de la madre tierra. Este sentido mágico y fecundatorio del mayo ha perdido su vigencia, perviviendo únicamente su carácter festivo y lúdico, que se manifiesta entre otras formas en aspectos con son los bailes de mozos y mozas en torno al árbol o en el hecho de prender hogueras durante los jolgorios que tienen lugar para celebrar el “mayo”.
Orígenes de la celebración
Esta tradición de los mayos, afianzada durante siglos, al igual que otras muchas del mundo celta fue probablemente conservada y asimilada mediante un fácil proceso de sincretismo religioso y cultural. El mayo viene a ser desde tiempos remotos el símbolo de la vida primigenia, de la naturaleza que se renueva cíclicamente, un ritual con reminiscencias del mundo céltico. También es sabido que que los romanos celebraban desde tiempos precristianos sus “Ludi Florales”, o fiestas en honor de la diosa Flora. Se celebraban éstas los últimos días de abril y los primeros de mayo, con el fin de impetrar una buena floración en las plantas y evitar la frustración de las cosechas. Consistían estas fiestas principalmente en juegos en los que los concurrentes se vestían de variados colores para imitar la naturaleza que en la primavera viste los campos. Eran éstas fiestas de gran regocijo, que ocupaban también gran parte de la noche y en las que tenían lugar diversas representaciones escénicas y entretenimientos. El mundo cristiano asimiló en parte estas manifestaciones ancestrales, si bien su sentido y carga ritual fue desdibujada en gran medida, prevaleciendo en parte las connotaciones meramente lúdicas y profanas de la misma.
(Continuará...)
Foto: Mayo de Maire de Castroponce, 2006 (Emiliano Pérez Mencía).
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