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TRONCO DE ÁRBOL
Se encuentra en uno de los muchos jardines que dan frescor y embellecen a la ciudad de Ginebra (Suiza). Los viajeros y visitantes, al pasar por el lugar, lo contemplan y hasta lo fotografían, como si fuese una más de las esculturas en bronce u otro metal que hay por allí. Pero es simplemente el tronco de un árbol centenario que, a causa de una enfermedad, la savia dejó de correr por él y poco a poco ya no pudo mostrar sus hojas verdes y sus flores de colores.
Pero como no eran muchos los de su misma especie decidieron conservar “in situ” su tronco centenario por respeto a su edad, al pasado, al medio ambiente y también a todos aquellos que lo vieron verde y florido durante tantos años.
El árbol muerto se nos presenta ahora con una nueva forma de vida, la que le dan sus años y todos aquellos que lo contemplan en ese lugar, lo cual no se podría hacer si hubiese sido pasto del fuego o troceado en una serrería.
Por estas tierras se oyen y leen con frecuencia noticias sobre árboles centenarios que, incluso sin estar dañados o secos, se cortan o talan, a veces sin necesidad y sin mostrar quienes lo hacen la menor preocupación e interés por sus años de vida, su especie y su valor ecológico o medioambiental. Al menos se podía dejar el tronco de alguno de ellos como testimonio de su antigüedad, si no es posible de su especie. Pero no se está por la labor. Por más que el tronco pueda contribuir, como otras obras de arte, al embellecimiento y adorno de calles, plazas y jardines.
Y es que en Suiza y en algunos otros países de Europa hay gran respeto por el medio ambiente y por todo aquello que la naturaleza ofrece hasta el punto de evitar lo que la dañe, maltrate o ensucie. Y conservar en unos jardines este tronco de árbol seco, rodeado de plantas y flores, les recuerda el pasado y les llena de satisfacción y de buenas intenciones para el futuro.
Ojalá que, no tardando, también en España, en sus distintas provincias y comarcas, podamos ver en jardines o plazas algún tronco de árbol que, aunque haya dejado de vivir naturalmente, siga allí para ser recordado y respetado por los ciudadanos.
Pero como no eran muchos los de su misma especie decidieron conservar “in situ” su tronco centenario por respeto a su edad, al pasado, al medio ambiente y también a todos aquellos que lo vieron verde y florido durante tantos años.
El árbol muerto se nos presenta ahora con una nueva forma de vida, la que le dan sus años y todos aquellos que lo contemplan en ese lugar, lo cual no se podría hacer si hubiese sido pasto del fuego o troceado en una serrería.
Por estas tierras se oyen y leen con frecuencia noticias sobre árboles centenarios que, incluso sin estar dañados o secos, se cortan o talan, a veces sin necesidad y sin mostrar quienes lo hacen la menor preocupación e interés por sus años de vida, su especie y su valor ecológico o medioambiental. Al menos se podía dejar el tronco de alguno de ellos como testimonio de su antigüedad, si no es posible de su especie. Pero no se está por la labor. Por más que el tronco pueda contribuir, como otras obras de arte, al embellecimiento y adorno de calles, plazas y jardines.
Y es que en Suiza y en algunos otros países de Europa hay gran respeto por el medio ambiente y por todo aquello que la naturaleza ofrece hasta el punto de evitar lo que la dañe, maltrate o ensucie. Y conservar en unos jardines este tronco de árbol seco, rodeado de plantas y flores, les recuerda el pasado y les llena de satisfacción y de buenas intenciones para el futuro.
Ojalá que, no tardando, también en España, en sus distintas provincias y comarcas, podamos ver en jardines o plazas algún tronco de árbol que, aunque haya dejado de vivir naturalmente, siga allí para ser recordado y respetado por los ciudadanos.
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