La Esquina
CONEJOS
Por José I. Martín Benito
Quién le iba a decir a la tranquila colonia de conejos de Valdelafuente que una pala mecánica enviada por el ayuntamiento de Benavente iba a perturbar la paz de aquel paraje.
Entre encinas, juncos y algún que otro rosal silvestre, con hierba fresca del reguero, tenían los animalitos su hábitat alejado del ruido de la antigua A-6. Se las veían felices en aquel mes de mayo, lejos aún de la temporada de caza, dedicándose a la procreación y a la vida contemplativa. Pero mi tú por donde, los vecinos de Valdelafuente eran ajenos a lo que las privilegiadas mentes del consistorio benaventano habían maquinado previamente en los meses de invierno: la transformación del lugar, bajo el eufemístico nombre de “adecuación”.
Y en eso estaban cuando, "al alba y con viento de levante", llegó un mecánico y ruidoso artefacto que comenzó a remover el terreno, allanándolo, desmontando huras y destripando a sus moradores, según han contado testigos directos del cruento atropello. Las águilas, que oteaban el lugar, nada más intuir el festín, se precipitaron desde las alturas ante tan indefensos roedores, que ya no tenían la oportunidad de refugiarse en las destruidas guaridas. En menos de un par de horas, los conejos fueron desalojados de su particular islote de Perejil, que aquí se llama "Valdelafuente".
La sociedad de cazadores denunció la masacre y la destrucción del vivar; luego lo hizo en el lugar de los hechos el grupo socialista. Ante esta situación, el concejal de la cosa dijo, en un principio, para salir del paso, que se había ordenado un “desbroce manual”, aunque el alcalde en una emisora de radio estaba dando otra versión bien distinta: el desbroce había sido mecánico. Finalmente, el edil, queriendo escurrir el bulto, cargó la responsabilidad sobre la empresa que ejecutaba los trabajos para el ayuntamiento. Sorprende que, con tanto asesor en la concejalía de medio ambiente, no se hiciera un seguimiento de la “adecuación”.
Y digo yo, si todo esto no se podría haber evitado. Todo por no avisar de manera diplomática y civilizada a los conejos del comienzo de las obras; algún embajador municipal les podría haber enviado una misiva que dijera literalmente lo siguiente: “Miren, señores conejos, que vamos a adecentar el lugar; se lo vamos a dejar mucho mejor que ahora está; les colocaremos nuevos tocones; tendrán ustedes una casa más confortable y, eso sí, mejor pasto, que vamos a aumentar el área de la laguna…”. Y así, con estas dotes de persuasión, seguramente los conejos se habrían mudado de lugar, mientras las máquinas enviadas por el ayuntamiento acondicionaban el paraje.
Lo de menos es saber qué método debía haber empleado el ayuntamiento para enviar la misiva a los ilustres inquilinos de Valdelafuente. No obstante, se podría haber optado por varios. Uno, publicando la carta en el Boletín Oficial de la Provincia, pero los conejos, que sepamos, deben ser como los socialistas: no saben leer. Dos, les podrían haber enviado al notificador municipal, pero los conejos, que se sepa, no saben tampoco firmar el acuse de recibo. Tres, podrían haberles enviado un SMS, que en la concejalía en eso son expertos. Pero los conejos, me temo, no tienen teléfonos móviles.
Por José I. Martín Benito
Quién le iba a decir a la tranquila colonia de conejos de Valdelafuente que una pala mecánica enviada por el ayuntamiento de Benavente iba a perturbar la paz de aquel paraje.
Entre encinas, juncos y algún que otro rosal silvestre, con hierba fresca del reguero, tenían los animalitos su hábitat alejado del ruido de la antigua A-6. Se las veían felices en aquel mes de mayo, lejos aún de la temporada de caza, dedicándose a la procreación y a la vida contemplativa. Pero mi tú por donde, los vecinos de Valdelafuente eran ajenos a lo que las privilegiadas mentes del consistorio benaventano habían maquinado previamente en los meses de invierno: la transformación del lugar, bajo el eufemístico nombre de “adecuación”.
Y en eso estaban cuando, "al alba y con viento de levante", llegó un mecánico y ruidoso artefacto que comenzó a remover el terreno, allanándolo, desmontando huras y destripando a sus moradores, según han contado testigos directos del cruento atropello. Las águilas, que oteaban el lugar, nada más intuir el festín, se precipitaron desde las alturas ante tan indefensos roedores, que ya no tenían la oportunidad de refugiarse en las destruidas guaridas. En menos de un par de horas, los conejos fueron desalojados de su particular islote de Perejil, que aquí se llama "Valdelafuente".
La sociedad de cazadores denunció la masacre y la destrucción del vivar; luego lo hizo en el lugar de los hechos el grupo socialista. Ante esta situación, el concejal de la cosa dijo, en un principio, para salir del paso, que se había ordenado un “desbroce manual”, aunque el alcalde en una emisora de radio estaba dando otra versión bien distinta: el desbroce había sido mecánico. Finalmente, el edil, queriendo escurrir el bulto, cargó la responsabilidad sobre la empresa que ejecutaba los trabajos para el ayuntamiento. Sorprende que, con tanto asesor en la concejalía de medio ambiente, no se hiciera un seguimiento de la “adecuación”.
Y digo yo, si todo esto no se podría haber evitado. Todo por no avisar de manera diplomática y civilizada a los conejos del comienzo de las obras; algún embajador municipal les podría haber enviado una misiva que dijera literalmente lo siguiente: “Miren, señores conejos, que vamos a adecentar el lugar; se lo vamos a dejar mucho mejor que ahora está; les colocaremos nuevos tocones; tendrán ustedes una casa más confortable y, eso sí, mejor pasto, que vamos a aumentar el área de la laguna…”. Y así, con estas dotes de persuasión, seguramente los conejos se habrían mudado de lugar, mientras las máquinas enviadas por el ayuntamiento acondicionaban el paraje.
Lo de menos es saber qué método debía haber empleado el ayuntamiento para enviar la misiva a los ilustres inquilinos de Valdelafuente. No obstante, se podría haber optado por varios. Uno, publicando la carta en el Boletín Oficial de la Provincia, pero los conejos, que sepamos, deben ser como los socialistas: no saben leer. Dos, les podrían haber enviado al notificador municipal, pero los conejos, que se sepa, no saben tampoco firmar el acuse de recibo. Tres, podrían haberles enviado un SMS, que en la concejalía en eso son expertos. Pero los conejos, me temo, no tienen teléfonos móviles.
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