La Otra Voz de Benavente y Los Valles

Otra voz, otra opinión, otra manera de ver y contar la realidad. -------- Año VIII. 2014

martes, abril 10, 2007

El silbato

LAS FUENTES
Por Juan S. Crisóstomo

Esto del cambio climático está haciendo estragos. Las fuentes se agotan. La capa freática baja de nivel, mientras el hielo se derrite en los polos. Por eso, quizás, Agustín Díaz de Mera, ex director general de la Policía cuando Acebes era ministro del Interior, no ha querido desvelarle al juez Javier Gómez Bermúdez la fuente que, supuestamente, relacionaba a ETA con el atentado del 11-M.
Por más que el magistrado intentó darle garantías sobre la seguridad de la fuente, Díaz de Mera se la ha querido quedar sólo para él. Normal. Nadie piense que es egoísmo. En simplemente cuestión de seguridad. En los tiempos de sequía que corren y que se avecinan, siempre es bueno tener una fuente donde poder acudir.
Las fuentes aportan agua, sí, pero también hablan. Seguro que el eurodiputado popular sabe algo de mitología y que la fuente Castalia, en Delfos, adivinaba el porvenir. Por eso, quizás, ha querido dejar en secreto su escondite, a riesgo de que, por desobediencia, pidan levantarle la inmunidad al Tribunal de Estrasburgo.
Mira tú que si la fuente de Díaz de Mera, además de hablar, resulta que es la de la eterna juventud, ¡como para compartirla con el juez Bermúdez! En todo caso, si a alguien hay que darle información es a Federico –no a García Lorca, que ese era rojo y masón-, sino al reconvertido Losantos, uno de los nuestros.
Tal vez la fuente, en lugar de agua potable y parlanchina, dé ácido bórico. Nunca se sabe qué es lo que puede hacerse con dicho ácido, que debe ser más importante que el sulfúrico, que todo lo corroe.
Díaz de Mera guarda celosamente su fuente. ¡Qué son mil euros de multa! Una fuente, en época de cambio climático, vale un potosí. Además, si la teoría de los vasos comunicantes funciona, la fuente se puede retroalimentar y “alomojó” se descubre que Zapatero sabía lo que Rubalcaba escondía: que la lejía del piso de Leganés fue comprada en un supermercado de Eroski y que la cinta de la orquesta Mondragón enseñaba a alguien de apellido Gurruchaga el camino de Damasco. Y allí, en aquella ciudad, se perpetró la maniobra y la trama, pues resultó que un chino, que estaba de visita en la capital siria, había sido antes cautivo en Argel. De esto se deduce que el asiático tuvo conocimiento del brazo que perdió Cervantes en la batalla de Lepanto, el cual –cosa que desconocíamos hasta ahora- se habría conservado incorrupto, con la aviesa intención de, transcurridos más de cuatrocientos años, poder activar con él unos detonadores a distancia desde un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme. Y todo porque en la auténtica versión –jamás publicada- de la pelea de don Quijote con el vizcaíno, este último resultó trasquilado y juró vengarse del hidalgo manchego. Y así, claro, resultó la trama que pasaba por el País Vasco, ETA y el “susumcorda”.
Todo esto parece que está escrito en el agua clara y cristalina de la fuente parlante que sólo Díaz de Mera dice conocer y que yo también, como el juez Bermúdez, ansío saber su paradero. ¿Usted, no?