La Otra Voz de Benavente y Los Valles

Otra voz, otra opinión, otra manera de ver y contar la realidad. -------- Año VIII. 2014

martes, enero 09, 2007

El silbato

EL LIBRO BLANCO
Por Juan S. Crisóstomo

Estuve las Navidades en Benavente. Volví a casa como en el anuncio aquel del turrón de hace unos años. La víspera de Reyes acompañé a mis sobrinos a ver la cabalgata y a darle un abrazo al Rey Melchor. Al día siguiente escuché la orquesta de Jarkov en el Teatro...
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de unas navidades como las de de este año. He de reconocer que la programación que se ha hecho desde el Ayuntamiento ha sido muy completa. Las calles del centro estaban muy animadas. No gasté mucho, esa es la verdad. Un estudiante como yo debe administrarse bien; pero el dinero que invertí en los tres libros que compré, uno para mí, y dos para regalar, los doy por bien empleado.
De esto les quería hablar hoy. De libros. Los hay ilustrados y sin ilustrar. De grueso calibre y de canto fino. De tapa dura, en cartoné, y de cubierta flexible. Satinados y otros con letras en oro... pero todos son libros, en suma.
En una librería se juntan los libros clásicos con las últimas novedades, los cuentos con las novelas negras, los libros blancos con los libros rojos. Nunca he visto, el llamado libro rojo de Mao, ni siquiera la libreta o el cuaderno azul de Aznar. De todos los colores para un libro, prefiero el blanco, sobre todo si las páginas están por escribir y uno puede comenzar una narración, un ensayo o un poema.
Un libro con las páginas en blanco está esperando, trémulo, al amante que ponga fin a su doncellez. Y que lo haga como quiera, en forma de pluma o bolígrafo, que en esto de escribir, lo importante no es el artefacto sino el discurso.
Me gustaría escribir una crónica en uno de estos libros. Una crónica que hablara de libertad, de paz, de solidaridad; no de miedo, ni de bombas, ni de muertes. Una crónica que hablara de unidad, no de desunión; de compromiso, no de rivalidad; de silencio, no de ruido...
Los libros pueden hacernos viajar, marchar y volver; anhelar y soñar. En “El nombre de la Rosa”, Umberto Eco trazó la trama según la cual se puede matar por un libro. Entre la muerte y el libro hay cierta comunión; si no que se lo pregunten al Doncel, que estará leyendo en la catedral de Sigüenza hasta la eternidad. En Egipto había también un libro relacionado con la parca: el Libro de los Muertos.
Las ideas se esparcen con la palabra y la palabra está en los libros. “En el principio era el Verbo”, reza el Génesis. Y es que hay gentes que hacen del Libro su único camino. Yo no soy fundamentalista. Por eso no creo que un libro sea la única guía; ni mucho menos la verdadera. Lo importante es seguir varias estrellas, no una sola; vale la pena perderse en la senda, para luego reencontrarse, tal vez leyendo, amando, en definitiva: viviendo. Porque, en definitiva, se lee para vivir.